jueves, 8 de mayo de 2008

Descontento con la izquierda

PERDER electoralmente Londres y Roma es como extraviar el alma en el largo peregrinaje de una izquierda que ve evaporada su vocación redistributiva con la globalización y no sabe si ser identitaria o fluida.

Eso no quiere decir que la derecha haya ganado porque sus valores estén ganando en poder de sugestión. En todo caso, tanto en Londres como en Roma hablar claro respecto a la criminalidad ha favorecido a los conservadores y a las huestes de Berlusconi.
La «tolerancia cero» que Giuliani aplicó con tanto éxito en Nueva York va a devolver la seguridad a las calles de Londres y Roma, según prometieron sus nuevos alcaldes.

El centro-derecha gobierna ahora en
- Francia -con baja popularidad de Sarkozy-,
- Polonia,
- Suecia,
- Italia,
- Holanda,
- Bélgica,
- Dinamarca,
- Grecia,
- República de Irlanda y
- República Checa.
- En Alemania
, está en coalición y puede tener mayoría suficiente en las próximas elecciones.
- En Gran Bretaña, la caída del laborismo es difícil de remontar aunque esté por ver la consistencia de un líder conservador de nuevo cuño como es David Cameron, la derecha leve, la derecha plumón, la derecha post-derecha, el centrismo post-Thatcher.

El centro-izquierda gobierna en
- Hungría,
- Bulgaria,
- Lituania,
- Portugal y,
- «last but not least», en España
.
Lo de menos, en el caso español, es saber quien va con el paso cambiado, si la derecha o la izquierda. Todavía hay que darle al interruptor de las montañas rusas para esta legislatura. Tampoco hay que hacer mucho caso a la extrapolación de tendencias hasta generalizarlas en exceso.

Alguna vez pareció que la izquierda era hegemónica y duró lo que duró. París fue de Chirac y ahora es socialista.
En Madrid ha ocurrido al revés. Luego se tuvo la sensación de que la emergencia de los nuevos populismos nos iba a dejar a todos a merced de una extrema derecha.
En la caída del bastión izquierdista de la Roma eterna, no en vano perdida la hegemonía democristiana desde 1993, ha influido por efecto propagador la victoria -rotunda- de Berlusconi en las elecciones generales. Esa victoria tiene su perfil oscuro en el notable empuje de la Liga Norte y del partido autonomista de Sicilia. Frente a esa agudización particularista, el flamante Partido Demócrata de Walter Veltroni ha caído -según «Il Sole 24 Ore»- en los «errores de un partido sin identidad».

¿Qué grado de identidad esperan los electores de su partido? y
¿Qué esfuerzo de justo medio les corresponde a los partidos nacionales cuya identidad consiste en representar a toda la nación y no la fragmentación de intereses?

Esa es cuestión de radical importancia en España y la respuesta de la sociedad no es clara ni unívoca: de una parte da la mayoría a un Zapatero que confía en las comodidades del mobiliario modular y por otra entrega más de diez millones de votos a un PP que se opone y reclama claridad de objetivos en el modelo territorial.
En el Reino Unido, por ejemplo, los nacionalistas escoceses han dicho que harán todo lo posible para que Tony Blair no llegue a presidir la Unión Europea, cuando quede aplicado el Tratado de Lisboa. Eso tiene aspecto de honda deslealtad. Nada que no tengamos sabido por Ibarretxe o por ERC.
Una cabeza tan bien amueblada como la de Gordon Brown, sustituto de Blair al frente del laborismo británico, no es garantía de perpetuación electoral, como prueban sus resultados desastrosos en las elecciones municipales.


El declive laborista prosigue.
Según la prensa británica, ningún primer ministro ha logrado nunca recuperarse de una resultados -un 24 por ciento- tan negativos.
Las clases medias que votaron a Blair han regresado a los prados de naturaleza «tory». Los admiradores del nuevo alcalde de Londres, el periodista Boris Johnson, creen que la gran metrópolis va a ser ahora el laboratorio de nuevas políticas de centro-derecha.
Hay que decir que perder de vista las arbitrariedades izquierdistas de Ken Livingstone, «Ken el rojo», va a ser un alivio para muchos ciudadanos londinenses, incluso para cierto número de laboristas de la vieja escuela. En algo se ha asemejado al Tierno Galván que presidió la movida madrileña, aunque el viejo profesor consiguió encandilar a muchos durante más tiempo. Será cosa del traje cruzado.

VALENTÍ PUIG - "ABC" - Madrid - 6-May-2008

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