Problemas energéticos puede tener cualquier país, el asunto es cómo se enfrentan. Y eso ya no es un problema energético, sino un problema de la calidad institucional de un país, la cual permite que sus funcionarios se enfoquen en problemas de largo plazo, en lugar de estar solamente atentos a las elecciones del año que viene.
La Argentina vive al límite de su capacidad energética y eso luego
- de reducir sus exportaciones de hidrocarburos,
- de aumentar sus importaciones y
- de cortarle el suministro a las empresas en los períodos de mayor consumo.
Es más, basta tener un día de mucho calor en verano o de mucho frío en invierno para que se exceda ese límite.
El Gobierno no quiere dejar que el mercado se haga cargo de la provisión y que los precios reflejen la escasez presente y futura, lo cual estaría enviando ya una poderosa señal para invertir en exploración de petróleo y gas, en nuevas centrales eléctricas. Supuestamente el mercado es ‘anárquico’, pero en definitiva termina siendo mucho más ordenado que la supuesta capacidad de los funcionarios públicos de planificar.
No obstante, hay países donde los gobiernos parecen poner la mira más allá de su período electoral. Un caso evidente en este sentido ha sido comentado recientemente por la revista The Economist (5-4-08).
Se trata del Reino Unido. En ese país la capacidad de generación eléctrica supera el consumo en un 20% durante la demanda pico, un margen que los ingenieros consideran conveniente.
No obstante, en ausencia de nuevas plantas generadoras ese margen desaparecería...en 2015. Es más, un informe elaborado para el gobierno estima, en el escenario pesimista, que existe un 70% de probabilidades de que ocurra un apagón en 2012 (¡!).
Como es de esperar, el mercado está reaccionando a estas circunstancias y se construyen varias usinas a gas, el cual puede provenir del Mar del Norte o ser importado. Pero la respuesta del mercado está frenada por distintas regulaciones gubernamentales y comunitarias que cierran la puerta a inversiones en ciertos sectores específicos. Como se han puesto mil y una trabas para la construcción de nuevas usinas nucleares, las que quedan ya están obsoletas.
Dentro de dos años se cerrará la última de las instaladas en los años 50 y en cuatro años comienzan a cerrarse las más modernas, después de 2023 sólo una quedará. En la actualidad, la energía nuclear provee el 20% de las necesidades de consumo.
Por otro lado, las que utilizan carbón tienen que instalar nuevos filtros para el dióxido de sulfuro y los óxidos de nitrógeno según regulaciones comunitarias, pero eso es tan caro que puede ser que algunos simplemente cierren.
Existe una alternativa, sin embargo, que puede salvar al carbón en el futuro, se trata de la tecnología de captura y almacenamiento de dióxido de carbono, lo que permitiría explotar el carbón eliminando su efecto contaminante.
Una empresa alemana ya está haciendo pruebas al respecto en Inglaterra. El dióxido se trasladaría por tubos y se enterraría en los yacimientos ahora vacíos de petróleo y gas del Mar del Norte.
Al margen de estas soluciones específicas, lo que la noticia muestra es la diferencia institucional entre un caso y otro. En el caso inglés se permite que los mercados tengan decisión y puedan planificar su oferta teniendo en cuenta las demandas futuras, y lo hacen con varios años de anticipación.
Incluso si no pueden hacerlo más eficientemente es por las trabas que también allí se impone en su accionar. Pero están hablando del año 2015.
Por aquí en cambio, el mercado está maniatado, los precios no reflejan en lo más mínimo la escasez presente y 2015 es una fecha que no existe en el calendario oficial, a menos que alguno esté ya pensando a quién en el matrimonio oficial le tocaría estar al mando.
Martín Krause - ESEADE - Buenos Aires - 6-May-2008
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