En los últimos meses se ha instalado la idea de que estamos frente a una crisis alimentaria. Ésta se expresaría en el fuerte aumento de los precios de los alimentos y en sus consecuencias para la pobreza y la paz social.
Lo cierto es que
- los precios internacionales reales de los cultivos alimentarios son los más altos de los últimos 30 años y
- que los stocks de cereales existentes son los más bajos desde los años setenta.
Según la FAO, las causas de este incremento serían
- las caídas de producción de cereales en importantes países productores provocadas por el clima;
- la disminución de las reservas mundiales;
- el crecimiento demográfico y
- el alza de los ingresos de los países en desarrollo;
- el aumento del precio de los insumos; y
- el uso de productos agrícolas para la producción de biocombustibles.
Por ello el organismo internacional ha convocado para principios de junio a una cumbre mundial para analizar esta nueva realidad. Este contexto pareciera propicio para que algunos actores rescaten las predicciones pesimistas del inglés Thomas Malthus de fines del siglo XVIII.
Este economista sostenía que
- la humanidad tendría permanentemente problemas de alimentación y de miseria,
- la capacidad de crecimiento poblacional es infinitamente mayor que la de la tierra para producir alimentos, por lo que difícilmente alcanzarían para todos.
Al respecto, hay que considerar que la actual "crisis alimentaria" se desarrolla en medio de una gran revolución alimentaria.
Esta revolución se caracteriza por
- nuevas formas de producir en el campo,
- de procesar en la agroindustria,
- de distribuir y
- de demandar por parte de consumidores cada vez más exigentes.
Se sustenta en
- los logros y avances de la biotecnología moderna;
- las tecnologías de la información, y
- los nuevos paradigmas empresariales de gestión y de relación con los consumidores.
Esta revolución pone un énfasis central en
- la inocuidad y calidad de los alimentos;
- apuesta claramente por la descommoditización y por los alimentos funcionales;
- desarrolla la visión de cadenas alimentarias y de clusters, y
- tiene muchos protagonistas, entre ellos, los productores primarios, las agroindustrias, las universidades, las cadenas de distribución y los consumidores.
Doscientos años después de Malthus han pasado muchas cosas.
- Algunos dirán que nuestra falta de responsabilidad con el planeta y el uso abusivo de nuestros recursos naturales nos están pasando la cuenta.
- Otros sostendrán que la mejor forma de enfrentar la escasez de alimentos es la autosuficiencia y la autarquía.
- Algunos afirmamos que el desarrollo tecnológico y empresarial en que se sustenta la revolución alimentaria tiene los "activos" suficientes para resolver favorablemente la crisis y poder seguir reduciendo el hambre y la pobreza.
Si la revolución verde de la segunda mitad del siglo pasado fue eficaz en reducir la pobreza, con alta probabilidad la revolución alimentaria de este siglo también lo hará. La tarea de hoy, sin embargo, es más exigente, pues se deben asumir a cabalidad las restricciones ambientales y porque los usos no alimentarios de los productos agrícolas probablemente se ampliarán no sólo a los biocombustibles sino también a los biomateriales.
Chile ha sido parte de esta revolución, y en consecuencia está "bien parado" para enfrentar la crisis alimentaria. Es más, con mucha seguridad tanto el Estado como sus actores productivos sabrán asumir los actuales escenarios alimentarios globales como una oportunidad y dar mayor consistencia y respaldo a la apuesta de transformar a Chile en potencia alimentaria.
Así las cosas,
- debemos rechazar cualquier intento de volver a fórmulas proteccionistas y
- seguir jugándonos por una plena liberalización del comercio agrícola y el éxito de la Ronda de Doha.
- Debemos asumir esta crisis como una oportunidad para mejorar la competitividad no sólo de nuestras exportaciones, sino que también de los que sustituyen importaciones.
Arturo Barrera - "El Mercurio" - Santiago de Chile - 20-May-2008
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