Cuenta la leyenda que cuando Orson Welles rompió su relación sentimental con Rita Hayworth, se propuso aprovechar su participación en "La Dama de Shangai" para afianzar su prestigio como director, y de paso, para asestarle a la actriz un duro golpe en su orgullo de intratable diosa de la gran pantalla.
- Para conseguir su primer objetivo, Welles planificó a conciencia la que iba a ser una de sus mejores obras;
- para satisfacer su venganza, decidió que los servicios de peluquería de la productora le recortasen a Rita la frondosa melena que tanto bien le había hecho a su imagen.
No se sabe si Orson se arrepintió en el transcurso del rodaje, pero lo cierto es que la secuencia en la que Rita Hayworth canta "Please don´t kiss me" contiene, casi deletreados, algunos de los primeros planos más bellos de aquella diosa del celuloide.
Perfeccionista como era, a Welles seguramente su soberbia no le permitía ejecutar una venganza que perjudicase su reputación tanto como la de la estrella del reparto.
El resultado de la filmación fue que Rita se había quedado sin su flamante melena pelirroja y aparecía teñida de rubio, pero no había perdido un ápice del excitante glamour que la había llevado a lo más alto de una carrera por muchas razones envidiable.
Ni siquiera a un hombre de su talento le resultaba fácil sucumbir a la arrogancia de destruir algo a cuya creación tanto había contribuido. Tal vez queda pensar que su vanidad de artista le hizo arrepentirse del infame objetivo de satisfacer su amor propio aun a costa de afianzar un mito en cuyo diseño tanto corazón habían puesto su talento y sus manos.
Herido como estaba por aquel fracaso con una actriz bella y caprichosa que para entonces ya era indestructible en la devoción de los espectadores, Welles hizo un esfuerzo de contención y prefirió dejar que en la venganza se manchase las manos el tiempo.
Rita sobrevivió a que el genio de "La Dama de Shangai" le cortase el pelo, pero Orson sabía que a las chicas como ella, antes que después las suele destruir el tiempo. Como me dijo de madrugada una fulana en un burdel: "Cuando era más joven, me hacían daño los hombres; ahora, cielo, quien me hace daño es el reloj".
En el caso de Rita Hayworth el inexorable paso del tiempo causó en su imagen los naturales estragos físicos pero no hizo mella en su fama e incluso contribuyó a que cuajase definitivamente su leyenda. Cuando filmó "Mesas Separadas", se había convertido en una elegante y carnosa mujer madura que en la trama argumental intenta reconquistar al hombre con el que había estado unida sentimentalmente años atrás.
En una de las escenas más crueles del tempestuoso reencuentro, Burt Lancaster coge el rostro de ella entre las manos y lo acerca a la luz de una lámpara.
Y entonces los devotos admiradores de Rita Hayworth descubrimos que la luz que antes le servía de alimento a sus facciones, ahora ponía al descubierto que en determinadas circunstancias y tratándose de la belleza, los efectos de una bofetada son a menudo menos demoledores que el simple recurso -en apariencia, inocente- de haber encendido una simple y descarada bombilla.
No muchos años antes, una bofetada real de Glenn Ford en la memorable secuencia de "Gilda" le había servido a la actriz para encumbrarse. Pero aquello ocurrió cuando Rita Hayworth era joven y ni se le pasaba siquiera por la cabeza la posibilidad de que llegaría el día en el que la memoria sólo le iba a servir para lamentar que el tiempo la hubiese convertido en un resplandeciente montón de recuerdos, en un inolvidable escombro de luz.
JOSÉ LUIS ALVITE - "Faro de Vigo" - Vigo - 5-May-2008
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