sábado, 21 de febrero de 2009

Buzo gallego dirigió el rescate del crucero varado en la Antártida

El Capitán de Corbeta de la Armada Española Barón Touriño revisó el casco y garantizó que era viable sacar el buque de las rocas.

El exitoso rescate del crucero Ocean Nova, encallado en unos bajos rocosos frente al glaciar Mac Clary, en la Antártida, tuvo como principal protagonista un gallego: el buzo José Luis Barón Touriño, segundo comandante del Hespérides, el buque de la Armada destinado a misiones oceanográficas. De no ser por las revisiones que realizó en el casco este ferrolano criado en Pontevedra y por las instrucciones que transmitió a continuación al capitán del Ocean, probablemente sería la última travesía de este crucero. “Estaba seguro de que podría salir de las rocas con sus propios medios, y así fue”, relata.

José Luis conversó por teléfono con este periódico cuando el Hespérides, donde lleva embarcado desde diciembre, navegaba por el Mar de Bellinghausen, a 510 millas del Cabo de Hornos. Él es el único buzo a bordo y a sus 43 años cuenta con un abultada experiencia subacuática.
Pero es su primera misión en la Antártida, y gracias al incidente con el crucero, la primera vez que se sumerge en aguas tan frías. “Me había echado varias veces al agua cerca de un iceberg, pero sin botellas; sólo para ir comprobando la temperatura por si algún día tenía que meterme”, explica. Y ese día llegó el martes 17 de febrero, cuando el Centro de Salvamento de Usuhaia, “la ciudad más austral del mundo”–como se le reconoce en la Patagonia Argentina – reclamó ayuda para el crucero de bandera de Bahamas. En ese momento, el buque español estaba a unas 160 millas , muy cerca de donde se había producido un fenómeno de la naturaleza extraordinario: el desprendimiento de la plataforma de hielo Wilkins, una placa del tamaño de Euskadi fragmentada a causa del calentamiento global. “No llegamos a ver la placa en sí porque se había deshecho tanto que no pudimos avanzar más; los hielos nos rodeaban por completo”.Pero ante la llamada de socorro, el Hespérides puso proa de nuevo al sur. Al llegar a la zona, la posición que presentaba el casco, escorado a estribor, indicaba con claridad qué le había ocurrido. José Luis lo detalla: “Quedó encallado encima de unos bajos de piedra, en una zona bastante inaccesible. Primero varó en un sitio; consiguieron salir de ahí y fueron a varar a otro”. Según el buzo gallego, el crucero había fondeado para bajar a los turistas a ver las islas y recorrer la zona hasta que los vientos catabáticos –generados por los glaciares – les hizo desplazarse hacia atrás a toda velocidad “sin tiempo de reaccionar y acabaron en las rocas”.Antes de descartar el remolque había que comprobar si el casco presentaba grietas. Mientras tanto, los 71 pasajeros y parte de los 35 tripulantes fueron trasbordados a otro barco. Sin perder más tiempo, Barón Touriño se vistió una funda de licra y de forro polar. Sobre esta primera protección, un traje trilaminado, especial para soportar bajas temperaturas, como la que registraba ese día el agua, de -1º (en -1,8, el mar se congela). “En la primera inmersión comprobé el casco por el lado accesible, porque por el otro había piedra e iceberg. Vi que no había daños; que la hélice y el timón estaban intactos”. Pero la cámara subacuática que llevaba –el capitán le pidió que grabara el casco–, le falló y tuvo que volver a bajar. “El casco no tenía ningún daño y le dije que moviéndose hacia atrás con fuerza, y apoyándose con la hélice transversal de popa, moviendo el barco de lado a lado y dando de nuevo atrás con potencia podría salir de allí seguro. Le indiqué la zona libre de piedras para que maniobrara en esa dirección. Así lo hizo y salió sin problemas”, celebraba ayer desde la Antártida.

ALBERTO OTERO - "Faro de Vigo" - Vigo -21-Feb-2009


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