jueves, 26 de febrero de 2009

El corralito psicológico

En los banquetes de entroido los términos corral o corralito solo se usaban para hablar del lacón y la cacheira, y para concluir de manera apodíctica que ya no hay carne como la de antes.
Pero este año estamos en crisis, y la palabra corralito ha perdido todas sus referencias gastronómicas para centrarse en la salud del sistema financiero y en la conveniencia de guardar el dinero debajo del colchón.
La posibilidad de que el Gobierno bloquee las cuentas y financie con nuestros ahorros el saneamiento de la banca es nula. Pero, dado que la crisis tiene un alto componente psicológico, cada vez hay más personas que se inclinan -al menos teóricamente- por el colchón, amparando su opinión en
- el desastre de la Bolsa,
- los petardazos de grandes bancos, y
- la incapacidad que tienen los Gobiernos y los analistas financieros para ponerle fechas y dimensiones a esta crisis «misteriosa».
En mi mesa del lunes coincidían en este temor cuatro comensales muy diversos.
El primero era un colega mío que vive al día, pero que se mostraba partidario de meter en el colchón unos presuntos ahorros que, aunque fuesen convertidos a calderilla, se perderían entre la lana.
Al segundo, profesional del ladrillo, le sale el dinero por las orejas, y por eso tuve que convencerle de que, aunque convirtiese su fortuna en billetes de 500 euros, no tendría suficientes colchones para protegerla.
El tercero era un párroco ejemplar que no sabe lo que es la economía, pero que insiste mucho en que lo más inteligente es imitar a nuestros antepasados.
Y el cuarto era un profesor y doctor en Economía, que hizo espléndidas disertaciones sobre Cavallo y Duhalde, y sobre el Decreto 1570/2001 por el que se creaba en Argentina el famoso corralito.
Por eso me parece conveniente recordar

- que si se para la noria -que son los bancos- no podremos comer, y
- que no hay peor enseñanza que la que se obtiene de un ejemplo mal puesto.
Porque
- mientras los argentinos tenían una moneda que se desintegraba y huían hacia el dólar, nosotros tenemos hoy -gracias a san Euro y santa Europa- la mejor moneda del mundo.
- Y mientras los argentinos huían de un sistema financiero al borde de la quiebra, nosotros mantenemos un sólido modelo bancario.
- El Estado argentino vivía al borde del colapso, mientras el nuestro sigue teniendo una extraordinaria solvencia.
- Y la sociedad argentina estaba escasamente bancarizada, al contrario de lo que sucede en España.
Nuestro problema no es el sistema financiero, ni la moneda, ni una deuda desaforada, ni la huida de capitales hacia el extranjero.
Nuestro problema es -¡pásmense ustedes!- la demagogia con la que gobernamos la crisis. Y eso no se arregla en los corralitos, sino en las urnas.

Xosé Luis Barreiro Rivas - "La Voz de Galicia" - Santiago de Compostela - 26-Feb-2009

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