La crisis derivada de las hipotecas basura, el estallido de la burbuja inmobiliaria y la recesión en el Reino Unido y en Estados Unidos acaban con el milagro irlandés.
Era
- el ejemplo que seguir,
- el modelo ideal de economía moderna y preparada basada en la innovación, la educación de calidad y
- la apuesta por la productividad de una mano de obra bien pagada y formada.
Pero Irlanda, el país-milagro, se ha convertido ahora en la zona cero del crac económico global. Para muchos, lo que sufre es una tormenta económica perfecta cuyos efectos se sostendrán durante años.
El fin de semana pasado, centenares de miles de personas recorrieron las calles de Dublín convocadas por los sindicatos para protestar contra las medidas con las que el Gobierno pretende atajar la crisis.
El Ejecutivo, una coalición de centro-izquierda y ecologistas presidida por Brian Cowen, planea
- congelar los salarios de los funcionarios,
- aplicarles una nueva tasa destinada a financiar las pensiones y
- recortar drásticamente el gasto social.
Cowen asegura que la estrategia es «necesaria y justa» para afrontar lo que se les viene encima, pero que para los trabajadores el proceso será «difícil y doloroso».
Durante la segunda mitad de los noventa y hasta el 2007, el PIB irlandés creció a un ritmo del 6,6% anual, lo que permitió que en apenas diez años la renta por habitante se disparara al 140% de la media europea. Los empleados de la industria y los servicios ganaban sueldos medios de más de 40.000 euros anuales, y el salario mínimo se garantizaba en torno a los 1.400.
Parte de esas nóminas las pagaban las grandes firmas norteamericanas y asiáticas de
- el software informático,
- la química farmacéutica y
- la investigación aplicada a las nuevas tecnologías,
que hicieron de Irlanda su plataforma de entrada a Europa y la convirtieron en polo de atracción de miles de empresas auxiliares. Pero muchos de esos sueldos también venían de las multinacionales del riesgo financiero. Y ahí empezó a cuajar la tormenta.
Estercolero de inversiones
Los bancos irlandeses estuvieron entre los primeros en sucumbir a la tentación de los productos derivados empaquetados en Estados Unidos, por lo que también fueron los primeros en caer cuando el hedor de ese inmenso estercolero de inversiones basura se hizo insoportable. Y aunque el Gobierno ya
- ha intervenido las entidades con problemas,
- ha garantizado los depósitos y
- ha avalado las deudas,
el tratamiento no funciona.
El PIB irlandés se contrajo un 2% en el 2008, y según la Comisión Europea, se desplomará otro 6% en el 2009 sin perspectivas de que la economía vuelva a crecer al menos hasta el 2011. Como consecuencia, el paro se disparará hasta el 12%, algo impensable para un país que se movía hace tres años en un cómodo desempleo testimonial, que no alcanzaba el 5% .
El Ejecutivo comunitario, que acaba de abrir expediente a Irlanda por superar los límites admisibles del déficit público, advierte además de que la diferencia entre los gastos y los ingresos del Estado podría alcanzar a finales de año un 10% del PIB, una cifra insostenible y 7 puntos por encima de lo que admite el Pacto de Estabilidad de la UE.
Y lo peor es que Bruselas reconoce que esas perspectivas pueden incluso resultar «optimistas», porque lo de Irlanda es una tempestad con demasiados frentes:
- su sistema financiero está metido hasta el cuello en el agujero de las subprime,
- su mercado inmobiliario padece un ajuste brutal y
- sus principales socios comerciales, el Reino Unido y Estados Unidos, también necesitan un milagro.
Juan Oliver - "La Voz de Galicia" - Santiago de Compostela - 24-Feb-2009
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