Kirchner
Lo que falta en Argentina puede encontrarse en Suiza, en Liechtenstein, en los paraísos fiscales caribeños e incluso en los poderosos bancos de Singapur.
Es de esperar que este artículo no obstruya la fluidez de las relaciones diplomáticas entre España y Argentina, naciones a las que amo apasionadamente. A la primera, por ser la mía, y a la segunda por vivencias, amigos y sentimientos.
Argentina es un prodigio que no merecen algunos argentinos, lo mismo que España es una maravilla inalcanzable para muchos españoles.
Pero aquel país inmenso, estallante, culto y formidable es aún más raro que el nuestro. Nadie comprende su situación económica, a no ser que se acepte que está siendo robado a manos llenas desde la mitad del pasado siglo.
Lo que falta en Argentina puede encontrarse en Suiza, en Liechtenstein, en los paraísos fiscales caribeños e incluso en los poderosos bancos de Singapur.
De devolverse el cincuenta por ciento de lo robado, Argentina encontraría su equilibrio económico. Sucede que ningún político argentino quiere cambiar el sistema, porque perjudicaría su futuro.
Y lo importante de Argentina no es su política, bastante rastrera, sino su gente, su cultura, su paisaje, su diversidad, su folclore y su talento natural.
Los argentinos nacen inteligentes y filósofos, y de ahí que no se entienda su ceguera cuando se trata de elegir a quienes optan por gobernarlos. Volvió Perón –el gran culpable–, del exilio dorado madrileño y empeoró la situación, como era de esperar. Muerto Perón, los argentinos, tan apasionados en su nacionalismo, elevaron a su viuda, María Stella Martínez, a la presidencia de la República.
Esa señora estaba tan capacitada para gobernar en Argentina como el que escribe para proyectar un rascacielos. El resultado fue un aumento del terrorismo montonero y una durísima dictadura militar, que aún se lamenta.
Y la señora Martínez de Perón no se apropió por capricho de la Casa Rosada. Los argentinos la pusieron ahí.
- Han convertido en héroe intocable a un tramposo profesional. Se trata de un futbolista.
- Han hecho de una nación potencialmente rica, un desbarajuste económico que ni ellos mismos entienden.
- Y han aceptado el establecimiento de una monarquía conyugal que resulta, a todas luces, ridícula.
Al Presidente le sucede la mujer del Presidente. Desde el poder es más fácil ganar las elecciones, de tal modo que la Primera Dama ocupa el lugar de su marido y éste pasa de presidente de la República a Primer Pibe, compartiendo ambos los mismos guisos de antaño.
La señora Kirchner es peronista, y por ende, demagoga. Nada simpática. Más inclinada en las apariencias al indigenismo de Evo y la farsa bolivariana de Chávez, pero sólo para cubrir el expediente entre sus votantes maradonianos.
Ahora está con las nacionalizaciones y pretende quedarse con lo que otros países, entre ellos España, ha invertido en Argentina. Dice que las empresas españolas han ganado demasiado dinero. Esa es la obligación de las empresas. Nadie invierte fuera ni dentro para perder.
Su batalla fundamental es la de enajenar, más que nacionalizar, las Aerolíneas Argentinas, cuyo capital mayoritario es español. Lo puede conseguir mediante un decreto. Y Aerolíneas Argentinas volverá a ser una sociedad totalmente argentina, es decir, que caerá de nuevo en el desastre económico.
Además, que a mí el botox me horroriza, y esta señora, con el permiso del Primer Pibe, tiene botox hasta en la demagogia.
Alfonso USSÍA - "La Razón" - Madrid - 12-Feb-2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario