Vaya con cuidado, no se apure
AIG y el Presidente de EE.UU: Barack Obama tiene que aplacar la furia por los bonos, no aumentarla.
"Renuncie o suicídese". De acuerdo con Charles Grassley, éstas son las únicas alternativas honorables que tienen los ejecutivos de American International Group (AIG), que han tomado US$ 220 millones en gratificaciones desde que el gigante de los seguros fue rescatado con US$ 170 mil millones de los contribuyentes.
Cuando incluso los senadores republicanos empiezan a aconsejar a los empresarios que se suiciden, se da cuenta de que las cosas se pusieron desagradables.La disputa ha sido avivada por los medios, los que están encantados finalmente de tener una historia simple que contar sobre una crisis financiera que es espantosa en su complejidad como también en sus consecuencias; y ha sido avivada también por los políticos, desde el representante más novato hasta el Presidente mismo.
Esta semana, Barack Obama ordenó a su secretario del Tesoro que encontrara una forma legal de recuperar las gratificaciones. El liderazgo demócrata en el Congreso propuso un impuesto especial, tan alto como un 98%, para lograrlo si eso fallara.
Venganza placentera, pero peligrosa
El instinto por castigar tal avaricia desvergonzada es comprensible. La crisis financiera y sus repercusiones han sido horriblemente injustas. Un puñado de personas corrió riesgos increíbles con las principales instituciones financieras de Estados Unidos. Las jugadas atrevidas salieron mal, y ahora las instituciones que ellos echaron a pique están siendo rescatadas con fondos públicos.
Enfurecerse con los banqueros, no obstante, es un camino peligroso de transitar. Se está rescatando a bancos y aseguradoras no porque lo merezcan, o por consideración a sus empleados, sino porque no hay otra alternativa.
Estados Unidos carece de un sistema ordenado para liquidar grandes instituciones financieras como AIG;
- dejarlas fracasar finalmente habría sido más costoso que salvarlas, y
- el dolor habría recaído en main street (la economía real), incluso más que en Wall Street.
En forma más general, el atacar tan severamente a las finanzas y los banqueros hace que sea políticamente más difícil reparar el sistema financiero, el cual implica trabajar con ellos, e incluso retribuirles.
Algunos financistas ahora señalan que están reacios a participar en los planes de rescate del gobierno, precisamente porque temen una venganza retrospectiva en el futuro. Eso demorará la recuperación.
Además, no está claro qué puede hacer Obama con respecto a esas gratificaciones de AIG. Puesto que parece poco probable que haya una forma legal de no pagarlas, la protesta del Presidente simplemente habrá servido para destacar su impotencia. Sucedió lo mismo cuando el gobierno británico trató, infructuosamente, de lograr que el mandamás del quebrado Royal Bank of Scotland renunciara a parte de su pensión.
Obama tiene varias otras opciones, pero ninguna parece buena.
- Podría tratar de utilizar el Poder Ejecutivo para romper los contratos; pero eso lo podría involucrar en asuntos legales y podría socavar la confianza en el imperio de la ley. Los inversionistas ya están temerosos de que les sucedan cosas desagradables aparte de la deuda que ellos tienen, como que ésta se vaya en acciones en contra de su voluntad.
- En forma alternativa, el Presidente podría tratar de recuperar el dinero, en nombre de los contribuyentes, mediante la retención de una cantidad equivalente de la próxima cuota del dinero de rescate, alrededor de US$ 30 mil millones, que hay que pagar a AIG.
Si lo piensa por un momento, vería lo disparatado que eso sería. Las gratificaciones todavía seguirían en los bolsillos de los empleados cuyos errores merecen una censura, no un premio. La misma AIG obtendría menos; pero eso enviaría la extraña señal de que el gobierno había estado preparado para entregar a la compañía más que lo que necesitaba realmente.
- O también Obama puede simplemente desahogarse un poco, pero no hacer nada realmente. Eso podría parecer suficientemente inofensivo. Pero al fomentar la indignación, probablemente debilitará su posición ante el Congreso. Conseguir dinero de la legislatura no ha sido fácil, incluso para el Presidente electo. Logró que el Congreso aprobara su paquete de estímulo por un escaso margen.
Lo mejor que puede hacer Obama es
- explicar, calmada y pacientemente, por qué rescatar a los bancos y
- cumplir los contratos son "males necesarios".
Tiene que
- evitar los gestos fáciles,
- igual como debería haber evitado el deleitar a algunos populistas esta semana con el cierre de un programa que permite la entrada de camiones mexicanos a EE.UU.
El país exige liderazgo, el cual el Presidente tiene que proporcionar porque para eso fue elegido. En las últimas semanas ha mostrado señales de que lo ha olvidado.
The Economist - "El Mercurio" - Santiago de Chile - 20-Mar-2009
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