Ahora que estamos tocando el fondo real de la crisis, hay síntomas de cambio de mentalidad con respecto a la conducta social y personal.
- El ser ostentoso empieza a estar mal visto;
- los restaurantes de la nueva cocina de espuma de sifón y de texturas de laboratorio ya saben que tienen que cambiar;
- los hábitos de tiempo libre, ocio y viajes empiezan a situarse en su lugar;
- la valoración del trabajo, del esfuerzo y de la honestidad empieza a cotizar al alza.
- El triunfador a cualquier precio o el enriquecido por el todo vale están bajo sospecha.
Otros síntomas podrían añadirse. Mucho me alegraría que, por fin,
- las personas honestas, trabajadoras, solidarias, coherentes y afables vayan ganando terreno en la consideración social.
- El petulante, el prepotente, el ejecutivo agresivo, el aparente, el que basa su importancia
- en lo que posee,
- en el amiguismo y la influencia,
- en la inteligencia de la prevaricación y la chapuza remuneradora,
- parece que van siendo estereotipos menos deseados.
A mí me parece percibir algo de esto. De ser así estaríamos ante uno de los beneficios de la crisis: volver a aprender a vivir en
- la austeridad,
- la responsabilidad, y
- la coherencia.
Todos hemos sido testigos de cómo el proyecto colectivo de querer vivir por encima de las posibilidades reales, propiciado por el interés pecuniario de los bancos, no ha sido un buen negocio. No solo los bancos, con sus malas prácticas, han sido culpables de lo sucedido; también los ciudadanos que, irresponsablemente, se han lanzado a vivir más allá de su realidad.
Asimismo, aquellos que pensaban que la vida es solo diversión, despreocupación, placer y riqueza han contribuido a una crisis que reclama una verdadera conciencia social de cooperación para, entre todos, reconstruir la maltrecha economía. Y si esto es así para los ciudadanos, más lo debería ser para los políticos, porque ellos, al fin y al cabo, deben administrar bien el dinero que a todos nos es recaudado para contribuir al bien social.
Pues en estos pensamientos estaba cuando, en un paseo por mi ciudad, llegué a la remodelada plaza de Pontevedra. Y pensé: es el cuarto arreglo que recuerdo y, a la vista de los resultados, supongo que aún tendré tiempo para ver el quinto. ¿Cuánto habrán costado esos cuatro arreglos? Y eso mismo lo podría aplicar a otras plazas y calles de las demás ciudades gallegas.
Ya sé que es una nimiedad, pero no deja de ser sintomático de que también los gestores públicos necesitan cambiar de mentalidad a la hora de decidir el gasto
Y no dejarse solo guiar por las maquetas virtuales, aunque sean tan ostentosas y falsas como la de la Ciudad de la Cultura.
¿Qué piensan de esto los doscientos mil parados que hay en Galicia?
La crisis política no es solo económica, la ética también está en crisis.
Andrés Precedo - "La Voz de Galicia" - Santiago de Compostela - 28-Mar-2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario