EN cualquier ámbito de la vida no hay nada peor que estar en manos del enemigo. En política, especialmente. Patxi López (PSOE) está en esa situación.
Los rivales que se nutren de su mismo caladero de votos, y que lo seguirán haciendo dentro de dos, tres, cuatro años, son precisamente los que le están invitando a tomar el mando de la flota.
Tras la escenificación eufórica del domingo por la noche, hay mucha mar de fondo. Es más, lo que hay es la tormenta perfecta.
Los socialistas vascos tienen ante sí, por primera vez en la historia de este país, la oportunidad de abrir una puerta. Están a este lado y se ven con posibilidades de girar el pomo, empujar la hoja hacia adelante y dar el paso.
El problema es lo que hay tras esa puerta:
- la ausencia de suelo político en el que posar los pies;
- un precipicio de cuatro años en el que caer sin red.
Una vez abierta esa puerta, las espadas de los "filibusteros" del PP y UPyD le pincharán en la espalda para que dé el paso y se precipite.
Muchos miembros de la tripulación propia jalearán a López para que avance, a la espera de los tesoros con los que han soñado tantas veces.
El sudor frío correrá por la frente y por la espalda del capitán.
Abajo esperan los tiburones, y éstos no son precisamente los enemigos a quienes se quiere desalojar del mando, sino los supuestos amigos que ofrecen su ayuda para darle la vuelta a la tortilla.
Estar en manos del enemigo no es plato de gusto, sino pan para hoy y hambre para mañana. López se siente legitimado para liderar el cambio; quiere abrir la puerta y dar el paso; sabe que nunca se repetirá para él una situación así, y eso le ciega.
Alguien deberá ponerle los pies en el suelo y susurrarle cómo sacar la pata de ese espacio vacío que hay tras el umbral y hacia el que ha extendido ya una pierna.
Juan Carlos Ibarra - "DEIA" - Bilbao - 3-Mar-2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario