La desaceleración económica mundial está elevando significativamente el desempleo en los más diversos países.
Su intensidad difiere, pero tarde o temprano se manifestará en todos ellos, porque la demanda agregada está experimentando una reducción considerable, que obliga a una profunda reestructuración de las economías. En estas coyunturas, el interrogante básico es cuánto durarán los altos desempleos.
Paradójicamente, en el corto plazo todos los programas de ayuda, si bien protegen a algunas industrias o personas que han perdido su empleo, a poco andar comienzan a obstaculizar las reestructuraciones requeridas para insuflar dinamismo a los mercados del trabajo.
Los gobiernos son los primeros en reconocer estas tensiones y comienzan a buscar maneras para que se recupere el empleo, pero en esto no hay recetas mágicas. Por todo lo anterior, el semanario inglés The Economist avizora que en los próximos meses y años los diversos países van a avanzar hacia mercados laborales más flexibles.
Estos últimos tienen una capacidad de crear empleo indudablemente mayor que los mercados más rígidos. Es habitual que quienes se resisten a mercados laborales flexibles pongan acento en la mayor destrucción de empleo que se observa en ellos. Ésa es una realidad evidente porque, como es natural, la flexibilidad facilita la reestructuración de plantas y empresas. Pero se olvida que, precisamente, esa misma característica incentiva la creación de empleo en un mismo período. Lo que interesa al conjunto de todos los trabajadores es el flujo neto de empleo -esto es, el resultado de toda la creación de puestos de trabajo menos toda la desaparición de los mismos.
En general, se observa que los flujos netos en presencia de mercados laborales más flexibles son superiores a los que existen en mercados rígidos, por lo que, en promedio, sus tasas de empleo -esto es, la proporción de la población con empleo- son mayores en los primeros que en los segundos.
Es importante notar, además, que
- la mayor creación y destrucción de empleo lleva obviamente a que las economías sean más productivas y,
- por tanto, a que los niveles de salarios sean mayores.
Durante un ciclo económico negativo ocurre, además, que el empleo tiende a recuperarse más rápidamente en mercados del trabajo flexibles que en los rígidos. A menudo se cree que estos últimos evitan mayores aumentos en el desempleo, pero la verdad es que éste igualmente se manifiesta, aunque el ajuste puede distribuirse en un período mayor. Así, el desempleo sube en todo caso, y demora mucho en recuperarse.
En diversos informes internacionales (con excepción de uno solo), nuestro país aparece con una rigidez laboral relativamente alta. Esto parece explicar el que después de la crisis asiática de hace una década la tasa de desempleo nunca pudiera reducirse a los niveles previos a ella.
Ahora ha golpeado una nueva crisis y otra vez asistimos a una elevación del desempleo. Es difícil predecir hasta qué niveles se empinará esta tasa, pero dada la experiencia de la última década, cabe augurar que se recuperará muy lentamente, a menos que los dirigentes políticos se atrevan a seguir la recomendación y predicción de las voces técnicas y decidan promover en Chile mercados laborales más flexibles.
Como ocurre en otras naciones, una política de esta naturaleza seguramente será resistida por los grupos de interés habituales, pero para crear más y mejor empleo en plazos breves no parece haber mejor política que la creación de mercados del trabajo flexibles.
Editorial - "El Mercurio" - Santiago de Chile - 20-Mar-2009
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