Los presidentes impulsan un nuevo modelo de relaciones en el continente americano.
Los presidentes de Estados Unidos, Barack Obama, y de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, se comprometieron ayer en Washington a coordinar sus políticas para aprovechar la oportunidad histórica que creen ver por delante para un nuevo modelo de relaciones en el continente americano. Ambos líderes coincidieron también en la necesidad de encontrar en la próxima cumbre del G-20 en Londres una respuesta conjunta y decisiva para responder a la crisis económica.
Aunque la economía pareció dominar el encuentro y fue el único asunto mencionado en las cuatro preguntas de la conferencia de prensa, Lula informó de que los dos presidentes habían discutido en sus más de dos horas de reunión otros asuntos de interés común, entre los que mencionó
- el deseo de trabajar juntos a favor del desarrollo en América Latina.
El presidente brasileño dijo que la elección de Obama representa una oportunidad histórica que este continente no puede dejar pasar.
El presidente norteamericano anunció que la visita de ayer, la primera de un presidente latinoamericano a Estados Unidos desde que Obama es presidente, será sucedida por varias reuniones ministeriales entre ambos Gobiernos con el propósito de conseguir una posición común con vistas a la cumbre americana que se celebrará en Trinidad y Tobago del 17 al 19 de abril.
El primer encuentro entre Lula y Obama parece
- el comienzo, no sólo de una larga y estrecha amistad personal,
- sino de un nuevo modelo de alianza entre dos potencias de distinta ambición y dimensión en el ámbito internacional,
pero perfectamente complementarias para actuar juntos en el continente del que son máximos líderes.
Obama empezó confesando que desde hace tiempo es un gran admirador de Lula. El presidente brasileño le devolvió el cumplido manifestado que, desde que Obama llegó a la presidencia, reza más por él que por sí mismo, porque no ha conocido nunca otro caso de un presidente que en sólo 50 días haya tenido que hacer frente a tantas y tan enormes dificultades. No quisiera estar en su posición, reconoció Lula.
Ésta es una gran oportunidad para Estados Unidos de construir una importante relación con Brasil, una relación que no sólo se centra en los desafíos diplomáticos sino en los retos a los que hacemos frente en la región y en el mundo, explicó el secretario de Estado adjunto para América Latina, Thomas Shannon.
El caso de Cuba está entre los primeros puestos de esos retos regionales. Aunque ninguno de los dos presidentes aludió al problema cubano en la conferencia de prensa ayer, fuentes de ambos pases han coincidido en el compromiso de trabajar juntos en la búsqueda de una iniciativa sobre Cuba ante la cumbre de Trinidad.
La Administración norteamericana ha comenzado a moverse intensamente en esa dirección. El vicepresidente, Joe Biden, viajará a América Latina a finales de marzo para discutir con los líderes de varios países, entre otras cosas, las mejores opciones para abrir el diálogo entre Washington y La Habana. En ese contexto, Obama habló el viernes por teléfono con la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner. Al mismo tiempo, Jeffrey Davidow, un diplomático veterano en las relaciones con América Latina, ha sido nombrado asesor de la Casa Blanca para la preparación de la cumbre.
La alianza que Estados Unidos y Brasil pretenden parece, en todo caso, rebasar el problema de Cuba o cualquier otro episodio particular de la región, incluido el conflicto entre Washington y el presidente venezolano, Hugo Chávez.
Lula expresó ayer su deseo de colaborar con Obama también en África y en las reformas que se requieren para reactivar en mejores condiciones la economía mundial. Como Obama dice en Estados Unidos, Lula se refirió ayer a la crisis como una oportunidad para la creación de un nuevo modelo.
La primera cita en esa misión será la cumbre de Londres. Lula, que ocupó la mayor parte del tiempo de la rueda de prensa conjunta -admitió que los latinoamericanos hablan demasiado-, dijo que los líderes del G-20 no podían salir de esa reunión sin un acuerdo que permita restaurar la credibilidad de las instituciones y de los Gobiernos para que el crédito vuelva a fluir en todos los mercados.
Obama aprovechó su comparecencia para intentar contribuir a esa credibilidad y desmentir lo que considera algunos malentendidos. Como respuesta a los temores expresados por el Gobierno de China sobre la seguridad de sus inversiones de alrededor de un billón de dólares en el Tesoro norteamericano, Obama dijo que China y cualquier inversor pueden estar seguros de la solvencia de sus depósitos porque la estabilidad del sistema económico y político de Estados Unidos es extraordinaria.
El presidente norteamericano aseguró también que no existen bandos ante la reunión del G-20. Manifestó que Europa y Estados Unidos no están enfrentados sobre la necesidad de nuevos paquetes de estímulo. Dijo que no se puede pedir a todos los países exactamente el mismo nivel de esfuerzo y que los planes de estímulo son sólo una de las herramientas que se requieren para la recuperación económica.
ANTONIO CAÑO - "El País" - Madrid - 15-Mar-2009
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