martes, 10 de marzo de 2009

Putin, en problemas

Rusia ha ido cambiando su política exterior bajo la presión de la crisis

El giro copernicano de EE.UU. tras la victoria de Obama atrae tanta atención que no deja ver bien los cambios que se están produciendo en la política exterior rusa.
Hace 6 meses tan solo,
- Putin enviaba al mundo un mensaje desafiante amplificado por la ruidosa banda sonora de los tanques que aplastaban a la incauta Georgia.
- Sus advertencias a la OTAN y
- las maniobras de sus destructores en el Caribe
llevaron a muchos a pensar que volvía la guerra fría, una impresión que se acentuó cuando dejó a media Europa sin calefacción por su contencioso con Ucrania.

Hoy, sin embargo,
- busca el abrazo con Occidente.
- Retira la amenaza de desplegar sus misiles Iskandar en el patio trasero de Alemania,
- responde afirmativamente a la propuesta de Obama de eliminar parte de los arsenales nucleares que tienen los dos países,
- se aviene a colaborar en Afganistán permitiendo el paso de suministros por su territorio y
- restablece las relaciones con la Alianza Atlántica.

Los expertos convienen en que el cambio de rumbo no obedece a que haya dejado de creer en la superioridad del poder duro.
Tampoco debe interpretarse como una revisión de sus objetivos estratégicos, que siguen siendo
- mantenerse como actor global a la par con EE.UU.,
- contener el avance del modelo europeo hacia el Este y
- construir un anillo de influencia en el antiguo espacio soviético
- para asegurarse el control de los recursos energéticos de la zona.

Por el contrario, lo atribuyen
- a la necesidad de mitigar la mala imagen que han cimentado las bravuconadas de Georgia y la guerra del gas.
Aunque haya podido reportarle réditos en casa, la estampa del antiguo espía imponiendo sus posiciones látigo en mano ha reforzado las ideas más negativas que ya se tenían de él fuera de Rusia, lo que ha aislado a su país y colocado una carga de plomo sobre los hombros de su diplomacia.
Pero, sobre todo, consideran que tiene que ver con el severo castigo que está propinando la crisis a una economía, como la rusa, en exceso dependiente de la exportación de energía, carcomida por las disfunciones en el mercado y la corrupción.

Legitimidad
Unas pinceladas para hacernos una idea.
- Las reservas de divisas han pasado de 588.000 millones de dólares el verano pasado a 386.000 millones para defender al rublo.
- Los dos mayores índices bursátiles han cedido el 80% y
- el descenso de la demanda de crudo ha obligado a reducir la producción por primera vez en diez años.
En paralelo,
- la caída de los precios del petróleo ha empobrecido las arcas del Estado,
- lo que se traduce, al final de la cadena,
- en la pauperización de las condiciones de vida de los rusos.
El asunto se complica porque, a diferencia de los sistemas democráticos, donde la legitimidad se renueva cada cuatro años en las urnas, en la autocracia del zar Putin se depende en gran medida de los beneficios que perciba la población.
- Si son elevados, pocos se acordarán de que carecen de libertad.
- Ahora bien, un deterioro del bienestar comenzará a erosionar los cimientos del régimen que creó.
En este contexto, además, Putin se ha quedado sin una importante vía de escape. No se puede olvidar que, aunque hoy todos los de la nomenclatura, incluido Medvédev, comen en su mano, la presión del desgaste en el sistema ruso recae en la figura del primer ministro mientras la del presidente queda preservada en un segundo plano.
Esto ya explicaría la adopción de un perfil menos intempestivo en el exterior, pero aún queda otra razón que no se debe olvidar.
Más o menos deliberadamente, el G-20 ha empezado a competir con el G-8 como foro de la gobernanza económica global.
Rusia ya había sido admitido en el club de los ocho, no tanto por su peso económico como en consideración a lo que fue durante el comunismo. Pero no puede aspirar a desempeñar el mismo papel relevante en un foro ampliado a doce más.
Necesita la complicidad de los demás para no perder pie en este nuevo marco y es dudoso que la consiguiese dando más puñetazos en la mesa.

Leoncio González - "La Voz de Galicia" - Santiago de Compostela - 10-Mar-2009

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