El libro de Carlos Rangel “Del Buen salvaje al Buen Revolucionario” es un catálogo de ideas realmente relevantes para tener en cuenta en el momento en que vivimos. O sea más de 25 años después que se escribieran, sus observaciones son válidas para analizar la realidad de América Latina desde la colonia a la independencia, y de ésta a nuestros días. Es tanto más relevante en muchos aspectos en este tiempo en el que el antiimperialismo intelectual parece asociado al resentimiento indigenista en nuestro tradicional desquicio político.
La primera cita relevante de la obra en cuestión aparece al principio de la misma y dice Rangel: “Los mitos fundamentales de América no son en absoluto americanos. Son mitos creados por la imaginación europea , o que vienen de más lejos aun, de la antigüedad judeo-helénica y asiática, y van a ser reformados por los europeos maravillados de haber descubierto un nuevo mundo...y más recientemente hoy mismo, para intentar excusar o enmascarar el fracaso relativo de Latinoamérica: hija del buen salvaje, esposa del buen revolucionario, madre predestinada del hombre nuevo”
En estas últimas palabra resuena el clamor de los discursos de Rousseau; “ Sobre Las Ciencias y las Artes, y El Origen de las Desigualdades del Hombre”. Este libro se escribió hace más de veinte años, cuando todavía no se había producido el fracaso del descalificado neoliberalismo y mucho menos el resurgimiento político del indigenismo. A este último mito se refiere Rangel en el primer capítulo de su obra , donde analiza la realidad de las culturas precolombinas –Azteca e Inca-, despojándolas de la mitología europea que a partir de Rousseau , se sustentaba en la supuesta inocencia del ser humano corrompido por la civilización. Aparecía así que se había encontrado al “buen salvaje” en el Nuevo Mundo tal como lo había descrito Montaigne citado por Rangel: “ Son salvajes esos pueblos como los frutos a que aplicamos igual nombre por germinar y desarrollarse espontáneamente, en los cuales se guardan vigorosas y vivas las propiedades y virtudes naturales que son las verdaderas y útiles”
Esta visión idílica del Nuevo Mundo lleva a Montaigne a proponer que : "la sociedad europea merecía una revolución que la devolviera a su estado primitivo de bondad natural, a la Edad de Oro ; o que por lo menos desquitara a la mayoría desfavorecida por la desigualdad en que la civilización había sumido a Europa”.
Estas palabras escritas en el siglo XVI toman vigencia una vez más en al revisión del marxismo ante el fracaso del proyecto de superar la escasez propuesto por Marx y Engels. Consecuentemente la prédica anticapitalista, se volcó a la crítica del consumismo, así en palabras de Rangel el buen revolucionario tendría como función el devolver a la humanidad a la Edad de Oro.
O sea el fin de la historia pasa de concebirse como un estadio superior en el que se habría superado la escasez y por ende alcanzado el reino de la libertad, a devolver a la humanidad al estado de naturaleza, tal como sugirieran Maontaigne y Rousseau.
Pero volviendo a los Incas y los Aztecas, dice Carlos Rangel: “Lo que si es seguro que el antiguo Perú no tenía nada que ver con la ilusión mítica del Buen Salvaje, ni se trata de un modelo social que racionalmente puede servirnos de ejemplo o de meta a los latinoamericanos, aunque su exaltación esté ahora mismo siendo intentada como instrumento antiimperialista”.
Desvirtuada la imagen del buen salvaje, lo que es importante reconocer es que los conquistadores se mezclaron por una razón u otra con los aborígenes y más tarde con los negros esclavos. Y lo más relevante es que Rangel al igual señala que los que independizaron a Latinoamérica fueron los descendientes de los conquistadores. Por tanto el caso de Latinoamérica no es comparable con el colonialismo europeo en Africa y Asia..
Otro aspecto interesante del libro es el capítulo dedicado al "Ariel" de Rodó. El análisis de Rangel muestra la falacia de los mitos intelectuales de América Latina, que sólo reflejan la insatisfacción o el resentimiento de la realidad de nuestro fracaso, frente al éxito de Estados Unidos.
En ese sentido se refiere a como la Argentina de la mano de Sarmiento Alberdi y Mitre alcanzó un estadio superior al resto de América Latina. No obstante este éxito indubitable, Ricardo Rojas en Argentina y más tarde Vasconcelos en México, se encargaron de desvalorizar aquel proyecto y crearon la otra fantasía de la raza cósmica.
La consecuencia fue la llegada de Perón a partir de la exaltación de la tiranía de Rosas en nombre del nacionalismo. Un comentario aparte le dedica Rangel al Ariel de Rodó, al cual califica como un libro tedioso y evidentemente falso no obstante el éxito editorial que lograra.
Según Rodó nosotros representamos los valores del espíritu frente al materialismo grosero de los "salchicheros de Chicago" (sic). Recuerdo un comentario festivo al respecto, que dijera que mientras los "salchicheros de Chicago" llegaban a la Luna, nosotros no llegábamos a fin de mes.
Rangel llega igualmente a la conclusión de que el marxismo ha venido a sustituir a Rodó en la posición antiimperialista del resentimiento latinoamericano y al respecto dice: “El marxismo llena ahora para la América Latina las mismas funciones que cumplió a principio de siglo el manifiesto de Rodó, y lo hace infinitamente mejor con referencia a una visión potente y totalizadora.”
Lamentablemente la obra de Rangel ha perdido vigencia en nuestro medio. Pienso que tal situación se ha debido precisamente a que el libro arremete contra nuestros mitos intelectuales y pretensiones espirituales que sustentamos sin practicar,
Igualmente el antimarxismo leninismo de Rangel y su descripción del rol de la Iglesia Católica ha contribuido decididamente a desmerecer una obra que decididamente constituye un aporte importante para comprender la problemática política de América Latina.
Es evidente que el capítulo VI “América Latina la Iglesia” constituye una herejía política en nuestro medio donde no hemos logrado separar la religión de la política. En el mismo comienza diciendo: “La Iglesia Católica tiene más responsabilidad que ningún otro factor en lo que es y lo que no es la América Latina...para la Iglesia y para el cristianismo católico que ella encarna Latinoamérica representa hoy por hoy un naufragio, puesto que la Iglesia contribuyó más que nadie a crear y rumbear una sociedad con la cual nadie está satisfecho y que además esa sociedad está hoy sólo débilmente vinculada a la religión católica, lo mismo en sus creencias vivas que en sus comportamientos”.
Y para mayor abundamiento sigue diciendo: “... y para quien creyente o no estamos persuadidos que el cristianismo es mucho más una superestructura hipócrita de relación de dominación y de juegos de intereses, y un velo piadoso de comportamientos cínicos e inmorales, la sociedad protestante norteamericana aparece más cristiana (menos anticristiana) que la sociedad latinoamericana”
En este último juicio, Rangel evidentemente refleja el pensamiento de Weber al respecto de la ética protestante, lo que a mi juicio representa una contradicción respecto a la evolución de Argentina que el reconoce, no obstante no haber cambiado de religión.
La diferencia no reside en los principios cualquiera que ellos fueren sino en el hecho de la separación del Estado de la Iglesia, o sea de la política y la religión. Es decir de la libertad religiosa de que hoy se ufana Occidente frente al fanatismo islámico. Y la prueba de que Argentina había cumplido con ese mandato la dio el presidente Roca.
En 1884 Roca expulsó al Nuncio Apostólico por haber intentado inmiscuirse en decisiones políticas. Argentina rompió con Roma durante 20 años y las relaciones se reestablecieron en 1904 durante la segunda presidencia de Roca.
Por otra parte y como he señalado en otras oportunidades, más allá de los errores políticos de los conquistadores y de las Leyes de Indias, a esta altura del partido no podemos seguir culpando de nuestro fracaso recurrente los Reyes Católicos y a los vientos que llevaron al sur a la Santa María, la Pinta y la Niña.
Si aceptáramos tal presupuesto explicatorio de nuestra realidad presente no habría solución posible. Pero como bien dijera David Hume: “La civilización es un aprendizaje y la libertad un lujo de la sociedad civil”.
De hecho tal presupuesto representa igualmente una contradicción con el pensamiento de Rangel en referencia a que nuestra actual posición antiimperialista, según la cual somos pobres porque Estados Unidos es rico, refleja el pensamiento de Lenín en “Imperialismo Etapa Superior del Capitalismo”, y tal pensamiento antiimperialista no es aplicable a un mundo que como el de los Reyes Católicos era ajeno al capitalismo.
Rangel percibió claramente esa realidad y así al inicio del capítulo V “Latinoamérica y el Marxismo” dice:
“No precisamente el marxismo, sino más bien la teoría leninista del imperialismo y la dependencia, ha venido en nuestra época a ofrecer una respuesta por fin coherente, persuasiva, grandiosa y verosímilmente triunfalista al complejo de inferioridad que sufrimos los latinoamericanos con relación a Estados Unidos”.
Esa es la teoría expuesta por Lenín en la obra citada anteriormente, donde se encuentran los argumentos que niegan las ventajas del comercio internacional y así como la explotación de la inversión extranjera. Son por supuesto los argumentos contrarios a la mal llamada globalización. Es la ética basada en la errónea teoría de la explotación que ha influido la política latinoamericana a partir de la teoría de la dependencia. Pero en esta explicación que compartimos, Rangel entra nuevamente en contradicción con los presupuestos en que basa las diferencias entre la evolución de Estados unidos y América Latina.
Desafortunadamente, como hemos visto Rangel acepta la teoría de Weber sobre la ética protestante, al mismo tiempo que destaca la influencia española. Consecuentemente acepta el principio de Bolívar respecto a que América Latina no puede aplicar el sistema de gobierno de Estados Unidos. Así cita el discurso de Angostura de Bolívar donde dice: “ Pero sea lo que fuere, de este gobierno con respecto a la nación americana, debo decir que ni remotamente ha entrado en mi idea asimilar la situación y naturaleza de Estados tan distintos como el inglés-americano y el americano –español”.
La consecuencia de aceptar el anterior principio es que América Latina no tiene otra opción que la dictadura. Y es en ese sentido que Bolívar se pronuncia en la carta al gobernador de Barinas, donde dice: “Jamás la división del poder ha establecido y perpetuado gobiernos. Sólo su concentración ha infundido respeto para una nación y yo no he liberado a Venezuela sino para implementar ese mismo sistema.. mientras más resortes haya que mover en una máquina , más lentas será su acción”.
Por esas mismas razones Bolívar prefería Esparta a Atenas y al respecto dice: “Solón ha desengañado al mundo, y le ha enseñado cuan difícil es dirigir por simples leyes ...Pisistrato usurpador y tirano fue más saludable a Atenas que las leyes”
Es evidente que los anteriores presupuestos constituyen la justificación de la dictadura y como tal fue reconocida por Sarmiento, cuando refiriéndose a Rosas lo comparaba con la dictadura de Bolívar, y así lo reconoció Alberdi.
Fue diferente la posición de Sarmiento al respecto de las posibilidades de adoptar las instituciones republicanas aun en la situación prevaleciente en Argentina en 1853 y al respecto escribió: “Dícese que los pueblos no están en estado de usar instituciones tan perfectas. Si hubiéramos de juzgar por ciertos hechos de la República Argentina, diríamos que esos pueblos sólo están preparados para degollar, robar, devastar y destruir. Pero hay otro orden de hechos que muestran que esos pueblos en nada ceden a los otros americanos , en cuanto a capacidad de comprender el juego de las instituciones”.
La historia argentina durante la segunda mitad del siglo XIX mostró que Sarmiento tenía razón, y así lo reconoció el propio Rangel.
Armando Ribas
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