Para Aristóteles, la vergüenza y el rubor eran indicio inequívoco de la presencia de un sentimiento ético
"No tienes un problema cuando hablas solo, sino cuando te contestas" - Unai Basurko
benjamin Franklin (1706-1790) fue editor, refinado intelectual, escritor, pensador, naturalista, inventor, educador y político. Proponía como proyecto de vida un pragmatismo ilustrado, asentado sobre el trabajo, el orden y la vida sencilla y sobria. Fue uno de los padres fundadores de la patria estadounidense y un participante decisivo en la elaboración de la Constitución de 1776.
Ese mismo año fue enviado a Francia como embajador. Frecuentaba los salones y era celebrado como sabio hasta el punto de que el propio Voltaire, ya anciano de 84 años, salió a recibirle en la Real Academia. Cierta tarde, se encontraba en el Café Procope de Saint-Germain-des-Près, cuando irrumpió salón adentro un joven abogado y revolucionario, Georges Danton, diciendo en voz alta para que todos lo oyesen: "El mundo no es más que injusticia y miseria. ¿Dónde están las sanciones?". Y dirigiéndose a Franklin le preguntó provocativamente: "Señor Franklin, ¿por detrás de la Declaración de Independencia norteamericana, no hay justicia, ni una fuerza militar que imponga respeto?".
Franklin serenamente contestó: "Se equivoca, señor Dantón, detrás de la Declaración hay un inestimable y perenne poder: el poder de la vergüenza (the power of shame)". Es la vergüenza la que reprime el impulso a violar las leyes y frena la voluntad de corrupción. Ya para Aristóteles la vergüenza y el rubor eran indicios inequívocos de la presencia del sentimiento ético. Cuando faltan, todo es posible. La vergüenza pública obligó a Nixon a renunciar a la presidencia. Cada cierto tiempo, vemos a ministros y a ejecutivos importantes teniendo que pedir la dimisión inmediata por actos vergonzosos. En Japón llegan a suicidarse por no soportar la vergüenza pública. Sentir esa vergüenza es tener un límite intraspasable. Violado, la sociedad desprecia a su violador, pues sin límites no se puede convivir. ¿Qué es tener vergüenza? El diccionario Aurelio de la lengua portuguesa lo define así: Tener sentimiento de la propia dignidad; tener pundonor. Es lo que más nos falta en la política, en quienes ostentan poderes públicos, en diputados, senadores, ejecutivos, y tantos otros ladrones y corruptos de cuello blanco.
Con el mayor descaro y sin avergonzarse niegan crímenes manifiestos, mienten sin escrúpulos en los interrogatorios y en las entrevistas a los medios de comunicación. Son personas que a fuerza de hacer lo ilícito y de saberse impunes perdieron el sentido de la propia dignidad. Robar del erario público, asaltar recursos destinados hasta para la merienda escolar o falsificar medicamentos no les ruboriza ni les hace enrojecer.
Crimen es la estupidez de quien deja rastro o se deja pillar con las manos en la masa. No les importa, pues saben que saldrán impunes, basta con pagar buenos abogados y presentar recurso sobre recurso, hasta que expire el plazo. Parte de la justicia ha sido montada para facilitar estos recursos y favorecer con el poder a quienes no tienen vergüenza. Como trasfondo de todo está una cultura que siempre negó dignidad a los indios, a los negros y a los pobres. Les robó su valor ético, porque la mayoría tiene vergüenza y un mínimo de dignidad. Como me decía un amigo que vive de la basura con el que trabajé cerca de veinte años: "Lo que más me duele es tener que tragarme la vergüenza y sujetarme a vivir de la basura. Pero no soy un buscabasuras, soy un trabajador que con mi trabajo digno consigo alimentar a mi familia".
Si nuestros políticos desvergonzados tuviesen el sentido de la dignidad de este trabajador, digna y dignificante sería la política de nuestro país.
Leonardo Boff - "DEIA" - Bilbao - 12-Ago-2007
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