jueves, 23 de agosto de 2007

Keynesianos y monetaristas

Al escuchar las discusiones producidas tanto respecto de nuestra economía como a partir de las crisis registradas en distintos países, me ha parecido asistir a los mismos debates que presencié a fines de los '70 y comienzos de los '80, desde mi -entonces- posición de estudiante de Economía.En esa época existían dos "bandos". Por un lado, los monetaristas, que fueron ganando creciente credibilidad y espacio en el debate macroeconómico. Milton Friedman, con su paper sobre la curva de Philips, y varios de sus seguidores lograron una clara preeminencia, permitiendo que la sociedad comprendiera la imposibilidad de que las políticas de demanda agregada expansivas tuvieran efectos reales sobre el nivel de producción y empleo.La teoría de las expectativas racionales demostró que sobre la base de información de mercado, los agentes preveían el efecto expansivo y las economías terminaban con más inflación, mayores tasas de interés, menos competitividad y más problemas en sus cuentas externas.Finalmente, los "monetaristas" se concentraron en los principios microeconómicos: el efecto de la oferta, la productividad y, especialmente, los costos de la regulación.Por supuesto que la visión monetarista encontró detractores. James Tobin, Premio Nobel de Economía, fue uno de los defensores de los principios impulsados por Lord Keynes en los años '30, y luego otros -a los que se rotuló como neokeynesianos-se concentraron en el análisis de corto plazo, agregando ciertas rigideces en los precios de bienes y factores para sustentar sus posturas respecto de la efectividad de las políticas expansivas.Por sobre esta discusión hubo una fuerza que terció el debate en favor de los llamados monetaristas: la capacidad predictiva de sus modelos encontró una dramática respuesta en la evidencia empírica.A nivel latinoamericano, los casos de Chile a comienzos de los '70, y posteriormente los de Argentina y Perú, entre otros, ilustran el éxito que pueden alcanzar los países con la aplicación de los principios básicos que legaron esos economistas. Léase,

-equilibrios macroeconómicos,
-economía de mercado,
-apertura y
-reformas estructurales que apunten a aumentar la eficiencia de los estados.En el caso chileno, la política monetaria con un ancla en la meta de inflación ha resultado efectiva para reducir la variación de los precios y mantenerla en torno a 3%.La credibilidad del Banco Central, sustentada en la autonomía de que dispone para adoptar las acciones necesarias para alcanzar su objetivo, ha sido clave en este proceso.La aprobación de la Ley sobre Responsabilidad Fiscal también es muy importante. Junto con elevar el ahorro fiscal para enfrentar los años de "vacas flacas", la regla del superávit ha ayudado a controlar la inflación y a disminuir las tasas de interés. Así, la combinación de ambas políticas -monetaria y fiscal- genera un círculo virtuoso de estabilidad en precios y crecimiento. Pero para aprovechar este potencial es necesario emprender reformas microeconómicas dirigidas a

-mejorar la eficiencia en el uso de los recursos,
-elevar el nivel de ocupación,
-facilitar el emprendimiento, etc.


En síntesis, la lección es clara:
-una expansión desmesurada del gasto fiscal no contribuirá a mejorar el crecimiento sostenido de la economía sino, por el contrario, lo detendrá, y
-los mejores esfuerzos para elevar la productividad deben realizarse por el lado de la oferta y no de la demanda.

Alejandro Alarcón Pérez - "El Mercurio" - Santiago de Chile 31-Jul-2007

No hay comentarios: