La crisis financiera ha sido aprovechada por numerosos detractores del modelo económico de mercado para
- promover sus propias posturas alternativas, o
- bien para resaltar cuán equivocados han estado quienes lo defienden.
Naturalmente, la coyuntura actual resulta un escenario útil para esos efectos: ante las dificultades, lo más obvio y fácil es imputar las culpas a ese modelo.
Sin embargo, lo técnicamente procedente es revisar con más rigor los antecedentes, porque los temas complejos no suelen tener las explicaciones que se acomodan mejor a los prejuicios de quienes las emiten.
Se ha dicho que la operación de salvataje propuesta por el gobierno estadounidense ratifica que "las ganancias son privadas, pero las pérdidas son públicas", es decir, que una intervención estatal como la hoy sometida a discusión implicaría abandonar el modelo de rentabilidad y riesgo inherente al sistema de mercado.
En realidad, la propuesta de someter a un esquema de subasta los "créditos tóxicos" del sistema bancario implica que
- los bancos harán la pérdida entre el abultado valor de libro de los créditos vendidos y
- la fracción de ese valor a que el gobierno adquiera esa cartera.
- Esa pérdida la sufren los accionistas de los bancos, y
- no el público, el que podrá resarcirse de esa inversión con lo que se recupere de tal cartera, que en algunos escenarios puede incluso superar lo invertido.
También se ha dicho que las ganancias de algunos ejecutivos son "escandalosas", en especial si ocurren luego que las instituciones que administraban entran en bancarrota.
En realidad, esos pagos exagerados se cargan a los recursos de la empresa, dañando a sus accionistas, y no al público.
Lo que sí es cierto es que
- un colapso generalizado del sistema bancario causa problemas en toda la economía, y
- eso sí origina pérdidas al público, por
- la recesión,
- el desempleo o
- la baja en el valor de los activos que aquél provoque.
Entonces -afirman los detractores del modelo-, cuando en un escenario como el descrito sus partidarios justifican la intervención del Estado, están claudicando de que sea la libre actividad de los agentes lo que determine la trayectoria de la economía, sometiéndose a que la solución la provea justamente quien, en palabras de Ronald Reagan, "es la causa de los problemas": el Estado.
Caracterizar al sistema de mercado como uno en que "la libre actividad de los agentes" ocurre en un escenario sin reglas es una caricatura insostenible.
En cualquier versión, para que un sistema de mercado opere es necesario que rija un Estado de Derecho,
- con leyes que se cumplan y se hagan cumplir;
- en el que se respeten los contratos, en particular aquellos referidos al derecho de propiedad,
- y que sea veraz la información que tengan los agentes.
En esta crisis, la construcción de instrumentos financieros hipotecarios derivados, "empaquetados" sucesivamente, contenía riesgos que no eran adecuadamente transparentes para el mercado, y ello llevó a los agentes a operar con información equívoca o equivocada.
Lo que correspondía era introducir una regla -"regulación" en el lenguaje del momento- que obligara a transparentar los riesgos de dichos papeles con cálculos universalmente aceptados.
Esto, lejos de significar un abandono del modelo, refleja precisamente lo contrario: un refuerzo del mismo.
A los agoreros contra el modelo tal vez les parezca paradójico que,
- durante esta crisis, tanto el dólar como los bonos del tesoro de EE.UU. se hayan apreciado.
Y ocurre así porque,
- aunque dichos instrumentos son emitidos por el Estado,
- basan su fortaleza en el ahora vilipendiado sistema de mercado que ese Estado sustenta.
Editorial - "El Mercurio" - Santiago de Chile - 3-Sep-2008
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