Aunque no comparto la idolatría americanista de los yuppies y culturetas europeos, y a pesar de que llevo varios años propugnando la vuelta a una cosmovisión europea que pueda contribuir a una mayor cohesión y autonomía de la UE y a una dulcificación necesaria de las relaciones internacionales y del capitalismo globalizado, no tengo ninguna duda de que entramos en una semana decisiva para determinar y entender la historia de los próximos años, y que la contienda política que se vive en Estados Unidos es, en medio de la crisis y los conflictos militares que estremecen nuestras almas, el mayor espectáculo del mundo.
Para que esta afirmación pueda sostenerse hay que romper con la idea de que estamos ante una simple pugna electoral -por muy reñida e igualada que sea- entre los demócratas y los republicanos, y aceptar que asistimos al desenlace de un debate que empezó con la caída del Muro de Berlín, y que cobró dramatismo y virulencia extraordinaria a partir del atentado contra las Torres Gemelas.
En términos generales puede decirse que los demócratas se muestran conscientes de que la política del gendarme único y de la alianza entre la economía y el Ejército es insostenible, y, sin perder el orgullo nacional que a todos les caracteriza, parecen dispuestos a ensayar políticas más cooperativas con Europa, y a rebajar el nivel de agresividad que está poniendo en peligro la paz mundial.
Los republicanos, en cambio, entendieron los dos acontecimientos citados como una oportunidad para reforzar el liderazgo absoluto de Estados Unidos,
- para constituirse en el gendarme único del orden mundial, y
- para prolongar indefinidamente un modelo de crecimiento en el que todas las fortalezas de la economía americana se ven acentuadas mediante la alianza con el imperialismo territorial y económico.
Las dos líneas fueron ensayadas respectivamente por Clinton y Bush, cuyas presidencias constituyen el telón de fondo sobre el que se resuelve la contienda entre McCain y Obama.
Si fuese McCain el ganador del próximo martes, nadie debe tener duda de que el enroque de Estados Unidos sobre sus políticas militaristas e insolidarias es inevitable.
Pero si gana Obama, como yo espero, estaremos ante el fracaso de un modelo que se derrumba al mismo tiempo en lo político, lo militar y lo económico, y que abre una nueva etapa, muy esperanzadora, para el concierto de las naciones.
Y eso es lo que explica -al confrontar dos modelos de país- que Obama le pueda ganar la batalla al racismo.
Mi intención es contarles este espectáculo desde Estados Unidos, adonde estoy volando en estos momentos, con la esperanza de poder ser para ustedes un mensajero de buenas noticias.
Xosé Luis Barreiro Rivas - "La Voz de Galicia" - Santiago de Compostela - 30-Oct-2008
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