El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, afianza la idea de que su país se está convirtiendo en una potencia emergente regional
Luiz Inácio Lula da Silva (Caetés, 1945) está convencido de que la crisis financiera mundial dará paso a profundos cambios en el mundo.
- "Se acabó esto de que el mercado lo puede todo (...)
- Se acabaron los tiempos en que las economías emergentes dependíamos del FMI [Fondo Monetario Internacional] (...)
- Se terminó una América Latina sin voz propia",
ha sentenciado este lunes el presidente brasileño. Oyéndolo hablar, viéndolo expresarse, da la impresión de que Lula se siente seguro. Es un hecho que tiene el 80% de popularidad a mitad de su segundo mandato y que su país acumula un largo periodo de cifras macroeconómicas alentadoras.
Se puede decir que lo único que le ha torcido el gesto a Lula recientemente han sido las elecciones locales del pasado 28 de septiembre, donde ninguno de sus candidatos logró imponerse ni en Río de Janeiro, ni en Belo Horizonte ni São Paulo, las ciudades más importantes.
La última de esas urbes es la que más le duele porque los paulistas ya le han dicho que no dos veces a su candidata, Marta Suplicy. Ella es una de las favoritas del presidente y éste está empeñado en que logre la alcaldía. Da la impresión de que sin la figura de Lula, el Partido de los Trabajadores (PT) aún es incapaz de andar solo.
A pesar de este escollo doméstico, en el encuentro de hoy con cuatro periodistas en Madrid, Lula ha afianzado la idea de que Brasil, poco a poco, se está convirtiendo en una potencia emergente regional y global.
Sólo ver trabajar al equipo de diplomáticos y asesores que lo acompañan da idea de que Brasilia piensa en grande. Además de marcar el paso en Suramérica, Lula pretende influir en la marcha de todos. "De España me voy a India y voy a hablar con el primer ministro [Manmohan] Singh sobre la Ronda de Doha, que está paralizada básicamente por un desacuerdo entre EE UU e India en agricultura. Le voy a decir que no habrá gesto más positivo para empezar a superar la crisis financiera que concluir la Ronda de Doha". Lula está convencido que una mayor apertura del comercio mundial es un buen antídoto contra la crisis. "La Ronda de Doha no es un problema económico, es político", ha afirmado.
Para el presidente la crisis financiera también es ya una cuestión política y requiere una solución por parte de los dirigentes de Estado. "La crisis ya no es un problema sólo de los bancos, es de los ahorradores. Y cuando es de los acreedores ya es una cuestión de Estado. El Tesoro público de cada país debe garantizar la liquidez para mantener el acceso al crédito y es necesario garantizar los ahorros de la gente", ha dicho el presidente.
Lula quiere una nueva regulación del mercado financiero mundial. "Todo ser humano está sometido a reglas o de sus países o de instituciones multilaterales, pero los bancos no. En Basilea [refiriéndose al Banco de Internacional de Pagos, el central de los centrales] se decidió que un banco no podía endeudarse en más de 10 veces su patrimonio. En EE UU no existía ese límite. Mientras en Brasil ese límite no superaba las 10 veces, en EE UU llegaba a 35.
La llamada economía de los papeles estaba sometiendo a la economía productiva. Esto se tiene que acabar", ha añadido.
La industria petrolera
Brasil, según Lula, está preparado para hacer frente a la crisis. "Algunos piensan que soy muy optimista", dice, "pero ninguno de nuestros proyectos de infraestructuras ha sido cancelado por la crisis. Hace unos días, Petrobras me presentó un plan de inversiones por valor de 112.000 millones de dólares (83.000 millones de euros) hasta 2012. El presupuesto está hecho sobre la base de un barril a 35 dólares. Pronto seremos uno de los grandes productores de petróleo del mundo", cuenta. Brasil también tiene planes para construir una fuerte industria de derivados del petróleo y petroquímica. El presidente ha contado que se construirán cuatro nuevas refinerías. La última levantada en Brasil data de 1980.
Para acompañar y proteger a esta emergente industria petrolera, en especial la producción en plataformas marítimas -"Algunas están a 300 kilómetros mar adentro", aclara Lula-, Brasil tiene previsto dar un verdadero impulso a su industria naval, civil y militar. Recuperarla de un olvido de casi 40 años. "Sabe que en los setenta éramos el segundo fabricante naval del mundo sólo detrás de Japón y que 36.000 personas trabajaban en este sector. En 2003 eran sólo 1.900 y ahora hay 40.000 trabajadores. Plataformas petroleras submarinas, que cuestan 2.000 millones de dólares y que antes las encargábamos a Noruega, ahora las hacemos en Brasil", explica.
Los navíos militares serán construidos gracias a un acuerdo con Francia. Con tecnología francesa, el gigante suramericano tendrá su primer submarino atómico. El próximo 3 de noviembre, el Gobierno presentará su nueva estrategia de defensa. A medio plazo, se sabe que las Fuerzas Armadas brasileñas contarán con cuatro submarinos y helicópteros, entre otros equipos nuevos. El aumento del gasto militar ha disparado el recelo de los vecinos de Brasil, que tras el rearme venezolano con aviones, navíos y blindados rusos, temen una carrera armamentística en la región.
Lula dice que no hay tal carrera y se justifica: "Brasil necesita estar preparado para protegerse de quien sea y tiene 17.000 kilómetros de frontera terrestre y 8.000 de costa que salvaguardar". Ha recordado, además, que propuso un Consejo de Defensa Suramericano para luchar conjuntamente contra
- el narcotráfico,
- la venta ilegal de armas y
- proteger las fronteras.
Aunque de momento no hay crispación militar en la región, sí hay varios roces diplomáticos en el aire. El más reciente es el de Brasil con Ecuador. Empezó con la expulsión por parte de Quito de la constructora Odebrecht por supuesto incumplimiento de contrato. Después echó a Furnas, una gran auditora de obras, y Petrobras está en la cuerda floja. Para Lula el enfrentamiento con el presidente Rafael Correa es un trago amargo. Sus allegados dicen que no se lo esperaba y que no le ha gustado nada.
"Si Odebrecht cometió una falta, debe pagar. Lo que me parece delicado es que el problema con la empresa pasa a un segundo plano y se subordina a la política interior del país", dice Lula.
En pocas palabras, el presidente avisa a sus vecinos, en especial a Ecuador, Bolivia y Venezuela, las izquierdas más radicales de Suramérica, de que no utilicen los conflictos con empresas extranjeras para dar rienda suelta al populismo.
FERNANDO GUALDONI - "El País" - Madrid - 14-Oct-2008
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