Cuando John McCain eligió a Sarah Palin para el cargo de vicepresidenta, dentro de su candidatura a la Presidencia de los Estados Unidos, muchos consideraron que se trataba de un grave error por la inexperiencia y escasa formación de la candidata.
Posteriormente, la noticia del embarazo de su hija adolescente parecía augurar ya el desastre completo. Sin embargo, la realidad fue otra muy distinta y Sarah Palin pasó a ser el principal activo electoral para el candidato McCain.
Sarah Palin pertenece a una nueva generación de mujeres en política. Su biografía compatibiliza
- el haber concursado para miss,
- ser madre de cinco hijos,
- practicar la caza,
- pilotar un hidroavión y
- ser la gobernadora de Alaska.
Sarah Palin parece llevar a la práctica el ideal de que por ser mujer nada tiene por qué estar vedado. Al mismo tiempo, defiende un ideario radicalmente conservador.
Por eso es motivo de debate si se puede considerar feminista o no a Sarah Palin que, entre otras cosas, hace de la lucha contra el aborto su seña de identidad ideológica fundamental.
Sarah Palin no es machista, ni feminista. Es posfeminista.
El feminismo clásico defiende la igualdad entre los sexos, que incluye la puesta en valor de que una mujer puede ser tan competente como un hombre en cualquier desempeño político, científico o profesional.
Desde el movimiento feminista se ha destacado cómo este reconocimiento se le rehúsa a muchas mujeres, que tienen que demostrar el doble para obtener la mitad.
En esas coordenadas ideológicas encontramos más fácilmente a Hillary Clinton que a Sarah Palin.
Sarah Palin no tiene que demostrar que sabe tanto o más que el candidato demócrata a la vicepresidencia, Joseph Biden; le basta con ridiculizar su saber y experiencia.
El argumento mayor de Sarah Palin es su carácter: adora su propia personalidad. Por eso, desde la afirmación de sí misma, desvaloriza los semblantes de la potencia masculina, hasta el punto que casi hace aparecer a McCain como su segundo.
El psicoanalista francés Jacques-Alain Miller, en un reciente artículo publicado en el semanario Le Point con el título de «Operación castración», destacaba que la diferencia entre las mujeres de estas dos épocas (Palin es 15 años menor que Hillary) es que «las primeras imitan al hombre y las segundas representan a la feminidad desacomplejada».
Las posiciones feministas clásicas, en la búsqueda de la igualdad, respetaban y adoptaban valores tradicionalmente ligados al universo masculino.
Esta nueva generación de mujeres más bien ridiculiza los semblantes masculinos. Sarah Palin puede espetarle a su oponente que todo eso de lo que presume (formación y experiencia internacional) no merece ningún respeto y que es más importante el espíritu y la determinación que ella demuestra.
Sarah Palin nunca se equivoca, no pide perdón, no se culpabiliza. Nada parece minarla. Por eso su descaro enmudece a sus rivales políticos y favorece fenómenos de identificación masiva en muchas mujeres.
¿Por qué Sarah Palin tendría que conformarse con la igualdad de los sexos?
Manuel Fernández Blanco - "La Voz de Galicia" - Santiago de Compostela - 28-Oct-2008
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