A medida que la restricción severa del crédito deja atrás su primer aniversario, la credibilidad de los bancos centrales todavía está en riesgo.
El 9 de agosto de 2007, después de un salto alarmante en las tasas de interés entre los bancos, el Banco Central Europeo comunicó su celeridad para proporcionar al sistema bancario la liquidez de la que de repente careció. Un año después, continúa tal restricción. En realidad, los datos recientes indican que Europa y Japón están coqueteando con la recesión. Estados Unidos hasta ahora se ha mantenido en pie sorprendentemente bien; pero los bancos ahí (y en otros lugares) todavía están padeciendo.
Incluso peor, un segundo impacto -los precios más altos de los productos básicos- ha hecho que la vida sea doblemente difícil para los bancos centrales.
La combinación de
- productos básicos más caros y
- la presión sobre el crédito
- los puso frente a un conflicto entre sus dos labores principales:
- conservar la salud del sistema financiero y
- controlar la inflación.
Hasta la fecha, los bancos centrales han pasado más o menos la prueba. Su buena disposición a proporcionar liquidez ha impedido que los mercados financieros se fundan completamente, a pesar de algunos momentos desagradables. Y la baja reciente en los precios del petróleo tal vez modere su preocupación por la inflación.Sin embargo, ha habido varios malos ratos a lo largo del camino. El sistema financiero no estaba tan firme como pensaba una mayoría de reguladores.
- Los bancos no se habían librado del riesgo totalmente;
- estaba oculto lejos de sus estados de cuenta.
- La inflación ha estado muy por sobre las tasas objetivo en Reino Unido y el área del euro y
- fuera de la zona de tranquilidad de la Reserva Federal de Estados Unidos.
Lo peor de todo, quizás, es la percepción de que los bancos centrales han actuado por un deseo de rescatar a sus "amigos". Los obreros de las fábricas de acero y los mineros del carbón tienen que enfrentar una sombría realidad económica y ver la liquidación de sus empresas; al parecer, los banqueros no lo tienen que hacer. Como observó Nouriel Roubini, esto huele a "socialismo para los ricos".
La razón para salvar a una gran institución financiera que se mete en líos es la devastación económica que puede causar su fracaso.
Keynesianos de nuevo
El problema es que la intervención agresiva también tiene sus desventajas. Desde hace tiempo que se ha aceptado que se debería proteger a los depositantes minoristas, con el fin de mantener su fe en el sistema. Este año la Fed dio garantías a Bear Stearns, un banco de inversiones sin ningún depositante minorista.
El mes pasado tuvo su parte en el apuntalamiento de Fannie Mae y Freddie Mac, los gigantes gemelos casi privados del mercado hipotecario estadounidense. Si las instituciones financieras son consideradas demasiado grandes y complejas para que fallen, sus administradores tendrán un incentivo para hacerlas grandes y complejas.
Todo esto recuerda la historia de la economía keynesiana. John Maynard Keynes explicaba cómo una baja repentina en la inversión podía conducir a un receso económico de larga vida, porque los precios, sueldos y tasas de interés no se ajustarían lo suficiente como para estimular el gasto. Para los gobiernos la solución era proporcionar la demanda necesaria para volver al pleno empleo.
En las décadas de 1960 y 1970, se estaba utilizando la administración de demanda keynesiana para tratar de evitar cualquier tipo de declinación.
El resultado fue una inclinación expansionista en política y, finalmente, la inflación.
La credibilidad de los bancos centrales debería estar enfocada en donde más se la necesita, en el control de la inflación. Esa credibilidad se ganó a costa de mucho esfuerzo para desecharla así.
Lo peor de todo, quizás, es la percepción de que los bancos centrales han actuado por un deseo de rescatar a sus "amigos" en el sector financiero.
The Economist
¿Catástrofe o crisis pasajera?
Lo que comenzó como un problema aparentemente relacionado sólo con las hipotecas de alto riesgo ("subprime") en los Estados Unidos se ha extendido a los mercados financieros de otros países prósperos, y a las economías emergentes.
En realidad, la crisis inmobiliaria era la punta del témpano financiero, y su derrumbe no fue el causante, sino el reflejo de las debilidades de un mercado crediticio que se había extendido demasiado rápido y sin suficiente control.
Después de un año, la crisis se ha profundizado y ha afectado en forma general a prácticamente todos los mercados. Ello ha ido en contra de la percepción de invulnerabilidad que aún se percibe en nuestros países. Algunos números pueden ilustrar mejor que una larga descripción la gravedad de la situación: En los últimos doce meses,
- en EE.UU. el índice Dow Jones cayó 16%;
- los índices continentales europeos bajó 22%;
- el Bovespa de Brasil, 22% del máximo de los últimos meses, y
- la bolsa china cayó 30% de su máximo en noviembre.
Pero esto no es todo
Después del boom de las materias primas, causado por una fuga desde los activos financieros,
- el precio del petróleo ha caído 20% y
- el de los productos primarios en general en 15% en un mes.
- El dólar de EE.UU. vale 11% menos en términos del euro que hace un año.
Todos estos datos muestran una situación muy difícil, aunque compleja de resumir. La crisis se ha visto reflejada en una caída en la actividad económica, aunque aún no reflejada en los datos de PIB.
- Con un mercado de crédito en retirada,
- el mayor desempleo en EE.UU. en casi cinco años
- las ventas de inmuebles se han derrumbado, y
- las ventas minoristas están anémicas.La situación en Europa no es mejor. Todo ello afecta a nuestros países por
- menores precios de las materias primas,
- menores exportaciones, y
- menores valores de remesas de trabajadores.
Es probable que la situación en EE.UU. no se deteriore mucho más. Sin embargo, aún queda largo camino por recorrer.
Esperemos que no tengamos que llegar al segundo aniversario de la crisis subprime para haber salido de esta crítica situación.
Claudio Loser - "El Mercurio" - Santiago de Chile - 8-Ago-2008
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