viernes, 22 de agosto de 2008

La paz es una invención, la guerra un fenómeno social

El viejo orden internacional.

Si Tucídides levantara la cabeza, posiblemente sería incapaz de explicar la Unión Europea, donde el pacifismo ha reemplazado mentalmente a la fuerza, pero sabría muy bien cómo analizar y entender el resto del mundo. Los conflictos no han desaparecido y no es necesario para aceptarlo repasar lo que está ocurriendo en Georgia y los viejos instintos reflejos de una Rusia que se cree imperial.
Los europeos occidentales siempre hemos querido creer en el final de las guerras. En 1909, el laborista británico Norman Angell publicó un ensayo, «La Ilusión Óptica de Europa», en el que predecía sin lugar a error que el nivel de interdependencia económica en el viejo continente volvía del todo imposible una guerra entre sus grandes potencias.
Todos sabemos ahora, a pesar de lo popular de aquellas tesis, que no fue así, y que la Europea de 1914 no produjo mayores riqueza sino 40 millones de víctimas.
Otro insigne británico, el futurólogo H. G. Wells, también dijo que la Primera Guerra Mundial sería la última de las grandes guerras. Para sólo asistir a la debacle de la Alemania nazi, el Holocausto y la Segunda Guerra Mundial con sus más de 70 millones de bajas.
En 1989, esta vez un americano, Francis Fukuyama, sucumbía a su vez a los cantos de sirena del final de la guerra y auguraba en su «El Final de la Historia» el triunfo del liberalismo a escala universal.
En menos de año y medio Irak invadía Kuwait y Yugoslavia se desintegraba de manera sangrienta. Y cuando estos episodios parecían ir olvidándose, ahí estaban los tutsis y hutus para recordarnos a golpe de machete lo que es la violencia descarnada.
Mientras que media humanidad se atemoriza a finales de 1999 con el cambio del milenio y el supuesto desastre informático, Osama bin Laden se preparaba para autorizar el mayor atentado terrorista de la historia.
La paz es una invención, la guerra un fenómeno social.
No hace falta que veranee en Tiflis para convencerse de ello. El siglo XXI es, simplemente, otro siglo sangriento.

RAFALE L. BARDAJÍ - "ABC" - Madrid - 22-Ago-2008

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