La crisis económica afecta a toda Europa, no sólo a España, aunque en nuestro caso hay circunstancias preocupantes como la burbuja inmobiliaria que la agravan de forma considerable.
Pero se echa de menos una respuesta europea común. La ha pedido el Gobierno francés, que ostenta la presidencia comunitaria en este semestre, y el español sigue de vacaciones. El 12 y 13 de septiembre, cuando se reúnan los ministros europeos de Economía, es de esperar que se pongan sobre la mesa no sólo los problemas sino algunas acciones conjuntas.
Los márgenes de maniobra son pequeños pero está claro que si no hay una respuesta conjunta, Europa va a perder mucho terreno respecto de sus competidores.
El problema es ponerse de acuerdo sobre qué hay que hacer. Casi ningún Gobierno europeo, frente al español, apuesta por reactivar la economía con más gasto público. "Ni es posible, ni es deseable, ni es eficaz", dice Fillon, el primer ministro francés, tan lejos de Zapatero y de Solbes.
Y los empresarios piden un recorte de tipos para evitar la recesión. Sea lo que sea, una respuesta unida a la crisis no sólo es imprescindible, también ayudará a construir la Europa fuerte que necesitamos para competir en un mundo de gigantes.
El otro gran tema de Europa, también relacionado con la crisis, es la inmigración. En Santander ha habido un interesante debate sobre el futuro de las migraciones y el trato a los inmigrantes.
Allí, Jeff Crisp, jefe de la Unidad de Evaluación del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), ha señalado que la directiva de la Unión Europea sobre inmigración posiblemente no se llegará a aplicar, pero que si se hace no contribuirá a solucionar el flujo migratorio, que es lo que aparentemente busca.
El ex presidente de Bolivia, Jorge Quiroga, puso el dedo en la llaga al señalar que es indispensable un pacto global sobre el trato a los inmigrantes que alcanzara a todos los países del mundo. Pero las distancias son tan grandes entre los que emigran y los que acogen o rechazan que será muy difícil alcanzarlo.
El problema es universal, no sólo europeo. "Pregunten ustedes, decía Quiroga, como tratan a los nicaragüenses en Costa Rica, a los bolivianos en Argentina o a los colombianos en Venezuela".
Circulan libremente las mercancías y los capitales, pero seguimos poniendo barreras a las personas.
En la actualidad, la emigración alcanza la cifra de 200 millones de personas, cinco veces la población de España, y como decía la ex presidenta de Canadá, Kim Campbell, "en los próximos años Europa va a necesitar 140 millones de trabajadores más para sostener la economía de los 27".
Por eso Europa se tiene que poner las pilas y fomentar una política de inmigración eficaz y coordinada, pero que respete los derechos humanos.
No se puede vivir en el siglo de la globalización y cerrar las fronteras a cal y canto. Ni se debe ni se puede. Acaban saltando en pedazos.
Francisco Muro de Iscar - "Faro de Vigo" - Vigo - 20-Ago-2008
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