Solo hay un gobierno peor que el que se mueve atendiendo únicamente los dictados de los sondeos: el que pasa de la opinión pública.
Es lo que ocurre en los regímenes dictatoriales, o simplemente autoritarios, donde la ambición de los gobernantes ni siquiera está mitigada por el lábil bamboleo del sentir de los gobernados. Les da igual. En el fondo, la única opinión que realmente cuenta es la occidental. Y encima, a menudo está cautiva de clichés que favorecen a China, a Rusia, a Irán o a Corea del Norte.
Conviene entender que los líderes de ese tipo de países, cuando actúan cara a la opinión pública, hablan pensando en «nuestra» opinión pública. Si no fuera por eso, tendería a creer lo que dijo el jueves Putin sobre la guerra de Georgia: que ha sido una maniobra de los Estados Unidos para promover a un determinado candidato. No dijo a cuál, pero tampoco hacía falta.
De hecho, McCain reaccionó de inmediato a la invasión y Obama siguió de vacaciones en Hawái, silente. Obama cayó en las encuestas la semana siguiente (ha repuntado algo, poco, tras la convención demócrata).
Pero lo que le pasa a Putin es otra cosa:
- de repente empiezan a volar capitales extranjeros de Rusia, amedrentados.
- Su propia gente (la que parecía que no contaba, la aplastable) se manifiesta en contra de la guerra y de haberla hecho con soldados de reemplazo, aunque aquí, como a tantas cosas, no les hayamos dado bola.
- Putin está nervioso porque tiene que empezar a contar con su opinión pública y
- porque otras repúblicas parecen haber tomado nota de lo ocurrido.
Al final, dígase lo que se quiera, lo de Osetia no es lo mismo que lo de Kosovo, ¿o es que Kosovo se ha convertido ahora en un régimen dependiente de la UE o de Estados Unidos?
Putin está nervioso porque cuanto más duro se ponga, más fácil lo tiene McCain. Y eso, claro, sería perder dos veces la misma guerra.
Paco Sánchez - "La Voz Galicia" - Santiago de Compostela -30-Ago-2008
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