Michelle Obama , co-presidenta?
ME pregunto a quién se le ha ocurrido dar a Michelle Obama el espectacular protagonismo de la inauguración de la convención demócrata. Y me respondo con dos hipótesis.
- La primera, que los asesores de Obama han llegado a ese punto en que el afán de peloteo al jefe nubla completamente el análisis.
- La segunda, la que más me convence, que la jefa es ella. Que es lo que han podido pensar bastantes votantes norteamericanos, especialmente los indecisos. Y la principal razón por la que el estrellato de Michelle Obama me parece un error.
Uno de los análisis de urgencia realizados en los medios estadounidenses tras el discurso de Michelle Obama ha mentado la frase fatídica, y eso que lo hacía con muy buenas intenciones: "Michelle Obama for President".
Y es lo que parecía su discurso, un inquietante recordatorio de lo que quiso ser Hillary Clinton desde el inicio de la presidencia de Bill Clinton, la co-presidenta en la sombra y la próxima presidenta.
No había más que ver las caras de Joe Biden mientras aplaudía con la sonrisa más dentífrica y acartonada que nunca, bien consciente de lo que le espera si llega a la Casa Blanca, la nada.
Michelle Obama parece una reproducción de Hillary Clinton.
- Tiene una carrera universitaria y profesional brillante.
- Como a Hillary, le falta
- el encanto,
- el don de gentes y
- la capacidad de seducción de su marido, el carismático de la familia.
- Pero, como Hillary, es
- inteligente,
- dominante,
- arrolladora y
- apasionadamente ambiciosa, incluso más que su marido.
El martes por la madrugada, hora española, ni siquiera era capaz de disimularlo.
- No es Barack Obama quien quiere llegar a la Casa Blanca,
- es el ticket Barack-Michelle el que anhela el poder.
- Para moldear el mundo de acuerdo a nuestros ideales, nada más y nada menos, dijo la representante femenina del ticket,
- porque mi marido me dijo que "teníamos que cambiar el mundo"; y luego acusan a los neocon de ser unos idealistas fanáticos...
Y es que Michelle Obama imita a Hillary Clinton también en lo peor de Hillary Clinton, en el deseo de llegar al poder a través de su marido, que es lo primero que hizo Clinton cuando aún presumía de apellidarse Rodham.
Reproduce así una confusión de papeles cada vez más frecuente en este tiempo de revolución del rol de las mujeres. Han dejado de ser meras primeras damas, pero algunas quieren ser presidentas sin pasar por los pasos previos. O cambiando los pasos previos.
De tal forma que las presidencias se están convirtiendo en "presidencias matrimoniales" en algunos países. Véanse casos como el de Nicaragua, lamentable por otros muchos motivos. O véase el caso argentino.
En el caso argentino ocurre al revés, replicarán algunos. O no. Mejor dicho, y según la gran mayoría de analistas argentinos, es o no. Es decir, ella es la presidenta, pero es él quien tiene el poder real.
De hecho, y después del tiempo de cortesía analítica de los primeros meses, en Argentina ya no se preguntan cuál será la siguiente decisión de Cristina Fernández sino cuál será la de Néstor Kichner, que es quien la eligió como candidata y quien ahora maneja los hilos del poder.
Cuando aún era candidata, Cristina Fernández afirmó con buen tino que le parecía llamativo que se hiciera hincapié en su relación familiar y no se recordara el caso de muchas familias políticas donde son los hijos los que han «heredado» la influencia de los padres, los Bush, por ejemplo.
Me parece comparable, es cierto. Pero también lo es que las democracias avanzadas son notablemente críticas y vigilantes respecto a las sagas familiares y sus posibles consecuencias no deseadas en los mecanismos democráticos.
Los feroces ataques a la saga Bush son también un ejemplo. Y no veo por qué Cristina Fernández, o Hillary Clinton o Michelle Obama deben librarse de esa vigilancia. Pero, sobre todo, casos como éstos introducen enormes contradicciones en las reivindicaciones femeninas de la igualdad.
Si se quiere el mismo poder y la misma influencia, sigamos también
- los mismos pasos,
- los mismos procesos de selección,
- los mismos retos.
A no ser, claro está, que oficialicemos una nueva figura política. La del matrimonio presidencial, que es lo que, de hecho, pueden tener nuevamente en Estados Unidos.
EDURNE URIARTE - "ABC" - Madrid - 27-Ago-2008
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