El nuevo conflicto en torno a Osetia del Sur, con una guerra ya abierta entre Rusia y Georgia, plantea tres niveles de análisis que tienen que ver con
- la geopolítica,
- el derecho a la autodeterminación de los pueblos y
- el drama humano.
EL conflicto, ya abierto, en Osetia del Sur plantea tres niveles de reflexión: geopolítico, local y humano.
- En el primer ámbito, es evidente que no se trata de un conflicto puntual. Pese a que la atención internacional está puesta en China con sus Olimpiadas, el Cáucaso es una de las zonas más inestables del planeta (y más tras el proceso de descomposición de la URSS),
- donde hay importantes intereses que tienen que ver con la llegada de petróleo del Caspio hacia Europa y
- donde está en juego también un pulso entre Estados Unidos y la nueva potencia rusa que busca recuperar su puesto en el tablero mundial.
Georgia, como en su momento Ucrania, es un país claramente pro occidental e incluso ha solicitado su incorporación en la OTAN, cuestión que no ha sido bien recibida en la Rusia de Vladimir Putin, aunque comandada formalmente por su delfín Dmitri Medvedev.
Es por ello por lo que, tanto Washington como la Unión Europea y la ONU, se han apresurado a intentar, sin éxito, calmar la situación generada por la escalada surgida tras el movimiento independentista de Osetia del Sur (zona autónoma dentro de Georgia, pero que aspira mayoritariamente a incorporarse a Rusia), la intervención armada de Georgia y la respuesta rusa en apoyo de los osetios.
Por desgracia, estamos ya ante una guerra abierta que puede generar un efecto dominó en una zona inestable, como se está viendo en la vecina Abjasia. Es urgente, por tanto, construir cortafuegos por la vía diplomática, para evitar que, lo que es un conflicto localizado, desemboque en una escalada armada cuyos efectos serían imprevisibles, y no únicamente para la zona en la que se está originando.
- El segundo nivel de análisis tiene que ver con una cuestión local al tiempo que universal: el derecho a la autodeterminación que asiste a los pueblos, tal y como queda recogido en la Carta de Naciones Unidas. Como ya hicieran en 1992, el 99% de la población de Osetia del Sur votó en 2006 en un referéndum a favor de su incorporación a la Federación Rusa.
En este caso, el problema de las minorías a las que las mayorías deben garantizar el respeto de sus derechos no es tan determinante, ya que hasta el 90% de los surosetios tiene ciudadanía rusa. El quid de la cuestión es que Georgia no reconoce la validez de esta consulta popular y la voluntad de todo un pueblo, defendido en este caso por Rusia que, por otra parte, incurre en graves incoherencias, ya que no tuvo la misma actitud con Chechenia, por ejemplo, a la que arrasó en dos guerras.
- Finalmente, y es lo más importante, si el asunto no se reconduce, estamos ante un nuevo drama humano, con muerte, destrucción y migración de refugiados. La comunidad internacional debe hacer lo posible por evitarlo al tiempo que aprende la lección para encajar el puzzle internacional y nacional de las soberanías. La diligencia es esencial, porque sofocar una chispa siempre es más sencillo que enfrentarse a un voraz incendio.
Editorial - "DEIA" - Bilbao - 11-Ago-2008
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