El consorcio Sarmatia, firmado en 2007, unirá los mares Negro y Báltico por medio de otro oleoducto que evitará Rusia: desde Azerbaijan cruzará Georgia, Ucrania, Polonia y Lituania. En pocos años, el mapa energético de Europa ha cambiado. Lituania es una plataforma giratoria que enlaza a Polonia y Bielorrusia con los países bálticos y con Kaliningrado, la antigua Könisberg, enclave necesitado del pasillo lituano para comunicarse por tierra con el exterior.
De los puertos georgianos de Poti y Supsa parte otro nuevo oleoducto. Poti, cerca de Abjacia, acaba de ser bombardeado por los rusos: tres navíos atracados en puerto fueron hundidos, además de una lancha portamisiles georgiana. Era la respuesta al derribo de cuatro cazas rusos SU-25 y un cazabombardero TU-22, alcanzados por los georgianos. Rusia y Georgia se enfrentan al menos desde 1995 sin declararse la guerra.
En Europa, la compañía gasista rusa Gazprom, primera del mundo, tiene a su cabeza al anterior canciller alemán, Gerhard Schroeder. Quizá Schroeder no se mueva solo por el dinero: cuenta también el interés por permanecer en el centro de los intercambios energéticos ruso-europeos.
Nordstream, nueva red de gasoductos Rusia-Alemania, es responsabilidad de Schroeder. Un gran comprador alemán, Eon, será beneficiario del primer acuerdo de Nordstream, cuyo gasoducto unirá la costa de San Petersburgo con la del norte de Alemania. Así podríamos seguir hablando del transporte energético.
El transporte por mar de LNG, gas natural licuado, es caro. Europa cuenta con tres grandes proveedores de gas, Rusia, Noruega y Argelia. Y tiene, además, pagando, todo el gas del mundo a su disposición (Trinidad-Tobago y Omán proveen a España, a precio más alto).
Este verano hemos visto hasta qué punto es peligrosa para los europeos la dependencia del gas ruso). Como todo gran país, Rusia conoce su fuerza presente y teme los cambios del futuro. El cambio decisivo podrá venir de ITER, pero este es asunto de otro artículo.
En el mapa del transporte energético, Georgia reclama su papel, quizá relevante. Además de contar con un territorio necesario como corredor y receptor de los hidrocarburos de Kazajstán y Azerbaijan, hacen falta algunas cualidades, por ejemplo la prudencia. Y no parece que esa virtud caracterice al actual presidente de Georgia.
Hace unos meses Mijeil Saakashvili enviaba la policía al plató de la televisión oficial con orden de interrumpir un programa en el que se le criticaba. El presidente lituano, Valdas Adamkus, le reconvino de inmediato: debe usted respetar no solo la ley sino el modo de proceder de las democracias europeas. Esas cosas no se hacen.
El derecho es el primer fundamento de la Unión Europea, un proyecto prometedor cuyo destino consistiría en superar, desde 1950, constantes y gigantescas dificultades. Sin el el derecho, la sociedad internacional se viene abajo. Los conflictos de Osetia y Abjacia, atizados desde los años noventa por Rusia y Georgia, han surgido dentro de las fronteras de Georgia, y son por tanto de su competencia.
Para Vladimir Putin, el hundimiento de la URSS ha sido la mayor tragedia del siglo XX (algunos piensan que el Holocausto de Hitler o las purgas de Stalin y de Mao no van a la zaga).
Estados Unidos, cogido a contramano por esta crisis, tiene en Saakashvili un problemático aliado. Pero no conviene olvidar que, en medio de sus torpezas, el presidente georgiano ha sido elegido libremente, y esa es su única fuerza.
En Europa, la compañía gasista rusa Gazprom, primera del mundo, tiene a su cabeza al anterior canciller alemán, Gerhard Schroeder. Quizá Schroeder no se mueva solo por el dinero: cuenta también el interés por permanecer en el centro de los intercambios energéticos ruso-europeos.
Nordstream, nueva red de gasoductos Rusia-Alemania, es responsabilidad de Schroeder. Un gran comprador alemán, Eon, será beneficiario del primer acuerdo de Nordstream, cuyo gasoducto unirá la costa de San Petersburgo con la del norte de Alemania. Así podríamos seguir hablando del transporte energético.
El transporte por mar de LNG, gas natural licuado, es caro. Europa cuenta con tres grandes proveedores de gas, Rusia, Noruega y Argelia. Y tiene, además, pagando, todo el gas del mundo a su disposición (Trinidad-Tobago y Omán proveen a España, a precio más alto).
Este verano hemos visto hasta qué punto es peligrosa para los europeos la dependencia del gas ruso). Como todo gran país, Rusia conoce su fuerza presente y teme los cambios del futuro. El cambio decisivo podrá venir de ITER, pero este es asunto de otro artículo.
En el mapa del transporte energético, Georgia reclama su papel, quizá relevante. Además de contar con un territorio necesario como corredor y receptor de los hidrocarburos de Kazajstán y Azerbaijan, hacen falta algunas cualidades, por ejemplo la prudencia. Y no parece que esa virtud caracterice al actual presidente de Georgia.
Hace unos meses Mijeil Saakashvili enviaba la policía al plató de la televisión oficial con orden de interrumpir un programa en el que se le criticaba. El presidente lituano, Valdas Adamkus, le reconvino de inmediato: debe usted respetar no solo la ley sino el modo de proceder de las democracias europeas. Esas cosas no se hacen.
El derecho es el primer fundamento de la Unión Europea, un proyecto prometedor cuyo destino consistiría en superar, desde 1950, constantes y gigantescas dificultades. Sin el el derecho, la sociedad internacional se viene abajo. Los conflictos de Osetia y Abjacia, atizados desde los años noventa por Rusia y Georgia, han surgido dentro de las fronteras de Georgia, y son por tanto de su competencia.
Para Vladimir Putin, el hundimiento de la URSS ha sido la mayor tragedia del siglo XX (algunos piensan que el Holocausto de Hitler o las purgas de Stalin y de Mao no van a la zaga).
Estados Unidos, cogido a contramano por esta crisis, tiene en Saakashvili un problemático aliado. Pero no conviene olvidar que, en medio de sus torpezas, el presidente georgiano ha sido elegido libremente, y esa es su única fuerza.
DARÍO VALCÁRCEL - "ABC" - Madrid - 21-Ago-2008
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